Santo Evangelio del Día: 28 de septiembre

Septiembre 28

SAN WENCESLAO
Duque y mártir

Semidoble
(ornamentos encarnados)

Porque son vírgenes,
siguen al Cordero doquiera que vaya.
(Apocalipsis 14, 4)

Lección

Hermanos: Gustosos soportáis a los fatuos, ¡vosotros que sois sensatos! Soportáis que os esclavicen, que os devoren, que os roben, que se engrían, que os abofeteen. Para vergüenza vuestra lo digo; ¡como si nos hubiéramos mostrado débiles…! En cualquier cosa en que alguien presumiere —es una locura lo que digo— también presumo yo. ¿Que son hebreos? También yo lo soy. ¿Que son israelitas? ¡También yo! ¿Son descendencia de Abraham? ¡También yo! ¿Ministros de Cristo? —¡Digo una locura!— ¡Yo más que ellos! Más en trabajos; más en cárceles; muchísimo más en azotes; en peligros de muerte, muchas veces. Cinco veces recibí de los judíos cuarenta azotes menos uno. Tres veces fui azotado con varas; una vez apedreado; tres veces naufragué; un día y una noche pasé en el abismo. Viajes frecuentes; peligros de ríos; peligros de salteadores; peligros de los de mi raza; peligros de los gentiles; peligros en ciudad; peligros en despoblado; peligros por mar; peligros entre falsos hermanos; trabajo y fatiga; noches sin dormir, muchas veces; hambre y sed; muchos días sin comer; frío y desnudez. Y aparte de otras cosas, mi responsabilidad diaria: la preocupación por todas las Iglesias. ¿Quién desfallece sin que desfallezca yo? ¿Quién sufre escándalo sin que yo me abrase? Si hay que gloriarse, en mi flaqueza me gloriaré. El Dios y Padre del Señor Jesús, ¡bendito sea por todos los siglos!, sabe que no miento. En Damasco, el etnarca del rey Aretas tenía puesta guardia en la ciudad de los damascenos con el fin de prenderme. Por una ventana y en una espuerta fui descolgado muro abajo. Así escapé de sus manos. ¿Que hay que gloriarse? —aunque no trae ninguna utilidad—; pues vendré a las visiones y revelaciones del Señor. Sé de un hombre en Cristo, el cual hace catorce años —si en el cuerpo o fuera del cuerpo no lo sé, Dios lo sabe— fue arrebatado hasta el tercer cielo. Y sé que este hombre —en el cuerpo o fuera del cuerpo del cuerpo no lo sé, Dios lo sabe—fue arrebatado al paraíso y oyó palabras inefables que el hombre no puede pronunciar. De ese tal me gloriaré; pero en cuanto a mí, sólo me gloriaré en mis flaquezas. Si pretendiera gloriarme no haría el fatuo, diría la verdad. Pero me abstengo de ello. No sea que alguien se forme de mí una idea superior a lo que en mí ve u oye de mí. Y por eso, para que no me engría con la sublimidad de esas revelaciones, fue dado un aguijón a mi carne, un ángel de Satanás que me abofetea para que no me engría. Por este motivo tres veces rogué al Señor que se alejase de mí. Pero él me dijo: “Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza”. Por tanto, con sumo gusto seguiré gloriándome sobre todo en mis flaquezas, para que habite en mí la fuerza de Cristo.

II Corintios XI, 19-13, XII, 1-9

Evangelio

En aquel tiempo: Habiéndose congregado mucha gente, y viniendo de todas las ciudades, Jesús dijo esta parábola: “Salió un sembrador a sembrar su simiente; y al sembrar, una parte cayó a lo largo del camino, fue pisada, y las aves del cielo se la comieron; otra cayó sobre piedra, y después de brotar, se secó, por no tener humedad; otra cayó en medio de abrojos, y creciendo con ella los abrojos, la ahogaron. Y otra cayó en tierra buena, y creciendo dio fruto centuplicado”. Dicho esto, exclamó: “El que tenga oídos para oír, que oiga”. Le preguntaban sus discípulos qué significaba esta parábola, y él dijo: “A vosotros se os ha dado el conocer los misterios del Reino de Dios; a los demás sólo en parábolas, para que, viendo, no vean y, oyendo, no entiendan. La parábola quiere decir esto: La simiente es la Palabra de Dios. Los de a lo largo del camino, son los que han oído; después viene el diablo y se lleva de su corazón la Palabra, no sea que crean y se salven. Los de sobre piedra son los que, al oír la Palabra, la reciben con alegría; pero éstos no tienen raíz; creen por algún tiempo, pero a la hora de la prueba desisten. Lo que cayó entre los abrojos, son los que han oído, pero a lo largo de su caminar son ahogados por las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, y no llegan a madurez. Lo que cayó en buena tierra, son los que, después de haber oído, conservan la Palabra con corazón bueno y recto, y dan fruto con perseverancia”.

San Lucas VIII, 4-15

Visto en: Santo Evangelio del Día (https://santoevangeliodia.blogspot.com/)

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