28 de julio: SANTOS NAZARIO Y CELSO, VÍCTOR, INOCENCIO

Meditaciones

SANTOS NAZARIO Y CELSO, VÍCTOR, INOCENCIO

Mártires; papa y mártir; papa y confesor

Yo tengo contra ti que decaíste de tu primera caridad.
(Apocalipsis 2, 4)

San Nazario y Celso, su discípulo, fueron arrojados al mar en la persecución de Nerón. Escapados milagrosamente, fueron a Milán a predicar la fe y a confirmarla con el testimonio de su sangre.

San Víctor, Papa, después de haber defendido valientemente la fe y la disciplina eclesiástica, murió hacia el año 200.

San Inocencio estaba en Ravena cuando Alarico, rey de los godos, saqueó la ciudad de Roma. Después de la partida de los bárbaros, volvió a Roma a consolar a su afligido pueblo. La paciencia que inspiró a los cristianos en esas tristes circunstancias impresionó vivamente a los paganos y convirtió a gran número de ellos. Condenó los errores de los pelagianos y excomulgó al emperador Arcadio y a la emperatriz Eudocia por haber desterrado a san Juan Crisóstomo. Murió en el año 417, después de 15 años de pontificado.

MEDITACIÓN SOBRE LA INOCENCIA

I. Hay que ser inocente para entrar en el cielo; nada sucio penetra en él. Si perdiste la inocencia bautismal, será menester no sólo recurrir al sacramento de la penitencia, sino también expiar con lágrimas, oraciones y buenas obras la pena debida por tus pecados mortales, aunque estén perdonados; si aquí abajo no pagas esa deuda, forzoso será que la pagues en las llamas del Purgatorio. Elige. Solamente hay dos caminos para llegar al cielo: la inocencia y la penitencia. El primer grado de la felicidad es no pecar; el segundo, reconocer las faltas (San Cipriano).

II. Vela por la pureza de tus manos, de tu corazón, de tu lengua, es decir, de tus acciones, de tus pensamientos y de tus palabras. Tus palabras son el intérprete de tus pensamientos; serán puras si tus pensamientos son puros, porque de la abundancia del corazón habla la boca. La bondad, como la malicia de nuestras acciones, viene de nuestra voluntad: de ella proceden la vida y la muerte. Cuida, pues, con todo esmero, la pureza de tu corazón.

III. Si injustamente se te acusa de alguna maldad, regocíjate al verte tratado como lo fue Jesucristo. Consuélate con el testimonio de tu conciencia y con el pensamiento de que Dios conoce tu inocencia. Quéjate a Jesús crucificado, como un amigo a su amigo, de la injuria que se te hace. Dile: «Señor, soy inocente de la maldad que se me imputa, pero he cometido muchas otras que merecen mayor castigo». Menos sufrimos de lo que en realidad merecemos (Salviano).

La santidad
Orad por el Papa

ORACIÓN

Señor, que la generosa confesión de vuestros santos Nazario, Celso, Víctor e Inocencio reanime nuestro valor y nos obtenga el socorro que reclama nuestra flaqueza. Por J. C. N. S. Amén.

Tomado: de Meditaciones del P. Grosez

 

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