15 de diciembre: San Maximino

San Maximino Abad
San Maximino Abad

15 de diciembre

San Maximino, abad

(† 520)

San Maximino, llamado también Máximo, fue francés y natural de Verdún. Encargose de su educación en las letras y en el amor de la virtud y honestidad un tío suyo, sacerdote ejemplarísimo y varón de gran santidad, por nombre Hospicio.

Sucedió, siendo joven Maximino, que la ciudad de Verdún, en que con su tío moraba, faltó a la fidelidad debida a su soberano, rebelándose contra Clodoveo rey; el cual para apaciguar y hacer entrar en razón a los verduneses, envió un poderoso ejército a poner sitio a la ciudad rebelde.

Aterrada la gente al saber tal noticia, y temerosa del castigo, ya no pensó en otra cosa que en someterse: y acudieron al sacerdote Hospicio para que saliese al encuentro al ofendido rey, y en nombre de toda la ciudad, le pidiese perdón de la injuria y que se dignase levantar la mano del castigo que en ella iba a hacer.

Admitió el caritativo sacerdote el encargo, y presentose a Clodoveo; el cual, enternecido con las súplicas del ministro del Dios de paz, envainó la espada, apeose del caballo, besó con humildad y reverencia la mano a Hospicio, diciéndole que por su respeto otorgaba el perdón a la ciudad.

Quísole el rey elevar a la sede episcopal, que estaba huérfana de pastor; mas no creyéndose Hospicio con fuerzas para tal cargo por su avanzada edad, se excusó; y el rey le significó su voluntad de que siquiera fuese con él a su corte de Orleáns.

Accedió el sacerdote: fue allá con Maximino; y cansados de la vida de la corte, se retiraron a un sitio entre el Loira y el Loirette, que les dio Clodoveo, para que levantasen un monasterio e implorasen el favor del cielo para la real familia.

Ordenado Maximino de sacerdote y hecho abad del monasterio, se mostró varón poderoso en obras y palabras. Gran número de jóvenes se pusieron bajo la dirección del santo abad, que les infundía amor a la virtud y al trabajo, con el cual convirtieron en campos fertilísimos los eriales contiguos al claustro. A gran número de sus monjes envió a pueblos lejanos a predicar la fe de Cristo y a desterrar los restos de las antiguas idolatrías.

Tuvo tal dominio sobre las almas, que de una sola mirada componía los ánimos más desasosegados y calmaba a los iracundos. Su monasterio fue verdaderamente un semillero de varones santos, muchos de los cuales son venerados por tales.

Un año en que la ciudad de Orleáns padeció el terrible azote del hambre, abrió a todos los necesitados las trojes de su abadía; y Dios nuestro Señor multiplicó el trigo con tanta abundancia, que bastó para remediar aquella necesidad.

Maximino, después de haber edificado a los suyos con ilustres ejemplos de humildad y caridad, entendiendo que se le acercaba el fin de sus días, reunió a sus monjes, exhortolos a la paz y unión, a la oración y piedad y, recibidos los santos Sacramentos, dio su espíritu al Creador.

Reflexión: Niño aún, fue confiado Máximo al celo de un ejemplar sacerdote. Súpole inspirar este aquel amor tan tierno al bien y a la virtud, y Máximo lo conservó durante toda su vida. Tan cierto es que los caminos del hombre en su avanzada edad son los mismos que los de su niñez. No lo olvidéis jamás, padres y madres de familia. Educad bien a vuestros hijos si los queréis un día hombres honrados. En vuestras manos está su suerte, y si os horroriza la idea de que vuestro hijo pueda ser, cuando mayor, un facineroso, debe horrorizaros también el dejar de corregir sus defectos, cuando aún son tiernos.

Oración: Recomiéndenos, Señor, la intercesión del bienaventurado Maximino abad; para que consigamos por su patrocinio lo que no alcanzamos por nuestros merecimientos. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.

 

(P. Francisco De Paula Morell, S. J., Flos Sanctorum)

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