Santo Evangelio del Día: 7 de abril

Jueves de Pasión

JUEVES DE PASIÓN

Simple
(ornamentos morados)

“Dichosos los que viven sin mancilla;
los que andan según la ley del Señor”.

(Salmos CXVIII, 1)

Epístola

En aquellos días Oró Azarías, al Señor, diciendo: “Te rogamos que por amor de tu nombre no nos abandones para siempre, ni destruyas tu alianza, ni apartes de nosotros tu misericordia, por amor de Abrahán, tu amado, y de Isaac siervo tuyo, y de Israel tu santo, a los cuales hablaste, prometiendo que multiplicarías su linaje como las estrellas del cielo, y como la arena en la playa del mar. Porque nosotros, oh Señor, hemos sido empequeñecidos más que todas las naciones, y estamos hoy día abatidos en todo el mundo por causa de nuestros pecados. Y no tenemos en este tiempo príncipe ni caudillo, ni profeta, ni holocausto, ni sacrificio, ni ofrenda, ni incienso, ni lugar (donde presentarte) las primicias, a fin de poder alcanzar tu misericordia. Pero recíbenos Tú, contritos de corazón, y con espíritu humillado. Como el holocausto de los carneros y toros, y los millares de gordos corderos, así sea hoy nuestro sacrificio delante de Ti, para que te sea acepto; pues jamás quedan confundidos los que en Ti confían. Te seguimos ahora de todo corazón, y te tememos, y buscamos tu rostro. No quieras confundirnos; haz con nosotros según la mansedumbre tuya, y según tu grandísima misericordia. Líbranos con tus prodigios, y glorifica, oh Señor, tu Nombre. Avergonzados queden todos cuantos hacen sufrir tribulaciones a tus siervos; queden confundidos por medio de todo tu poder y sea aniquilada su fuerza; y sepan que Tú eres el Señor, Dios único y glorioso en la redondez de la tierra”.

Daniel III, 25, 34-35

 

Evangelio

En aquel tiempo: Rogó a Jesús uno de los fariseos, que fuese a comer con él, y habiendo entrado (Jesús) en la casa del fariseo, se puso a la mesa. Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús se encontraba reclinado a la mesa en casa del fariseo, tomó consigo un vaso de alabastro, con ungüento; y, colocándose detrás de Él, a sus pies, y llorando con sus lágrimas bañaba sus pies y los enjugaba con su cabellera; los llenaba de besos y los ungía con el ungüento. Viendo lo cual el fariseo que lo había convidado dijo para sus adentros: “Si Éste fuera profeta, ya sabría quién y de qué clase es la mujer que lo está tocando, que es una pecadora”. Entonces Jesús respondiendo (a sus pensamientos) le dijo: “Simón, tengo algo que decirte”. Y él: “Dilo, Maestro”. Y dijo: “Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, el otro cincuenta. Como no tuviesen con qué pagar, les perdonó a los dos. ¿Cuál de ellos lo amará más?”. Simón respondió diciendo: “Supongo que aquel a quien más ha perdonado”. Él le dijo: “Bien juzgaste”. Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: “¿Ves a esta mujer? Vine a tu casa, y tú no vertiste agua sobre mis pies; mas ésta ha regado mis pies con sus lágrimas y los ha enjugado con sus cabellos. Tú no me diste el ósculo; mas ella, desde que entró, no ha cesado de besar mis pies. Tú no ungiste con óleo mi cabeza; ella ha ungido mis pies con ungüento. Por lo cual, te digo, se le han perdonado sus pecados, los muchos, puesto que ha amado mucho. A la inversa, aquel a quien se perdone poco, ama poco”. Después dijo a ella: “Tus pecados se te han perdonado”. Entonces, los que estaban con Él a la mesa se pusieron a decir entre sí: “¿Quién es Éste, que también perdona pecados?”. Y dijo a la mujer: “Tu fe te ha salvado: ve hacia la paz”.

Lucas VII, 36-50

Visto en: Santo Evangelio del Día (https://santoevangeliodia.blogspot.com/)

Utilizamos cookies en nuestro sitio web

Por favor confirme que acepta nuestras cookies de seguimiento. También puede rechazar el seguimiento para que pueda seguir vistiando nuestro sitio web sin que ningún dato sea enviado a servicios de terceros.