OCTAVA DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
Doble mayor
(ornamentos blancos)
Los pensamientos de su Corazón se extienden de generación en generación
para librar de la muerte a sus almas y alimentarlas en el hambre”.
(Salmos XXXII, 11-19)
Lección
Hermanos: A mí, el ínfimo de todos los santos, ha sido dada esta gracia: evangelizar a los gentiles la insondable riqueza de Cristo, e iluminar a todos acerca de la dispensación del misterio, escondido desde los siglos en Dios creador de todas las cosas; a fin de que sea dada a conocer ahora a los principados y a las potestades en lo celestial, a través de la Iglesia, la multiforme sabiduría de Dios, que se muestra en el plan de las edades que Él realizó en Cristo Jesús, Señor nuestro, en quien, por la fe en Él, tenemos libertad y confiado acceso (al Padre). Por tanto, ruego que no os desaniméis en mis tribulaciones por vosotros, como que son gloria vuestra. Por esto doblo mis rodillas ante el Padre, de quien toma su nombre toda paternidad en el cielo y en la tierra, para que os conceda, según la riqueza de su gloria, que seáis poderosamente fortalecidos por su Espíritu en el hombre interior; y Cristo por la fe habite en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en el amor, seáis hechos capaces de comprender con todos los santos qué cosa sea la anchura y largura y alteza y profundidad, y de conocer el amor de Cristo (por nosotros) que sobrepuja a todo conocimiento, para que seáis colmados de toda la plenitud de Dios.
Efesios III, 8-19
Evangelio
En aquel tiempo: Los judíos por ser viernes o día de la Preparación a la Pascua, para que los cuerpos no quedasen en la cruz durante el sábado –porque era un día grande el de aquel sábado– pidieron a Pilato que se les quebrase las piernas, y los retirasen. Vinieron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero, y luego del otro que había sido crucificado con Él. Mas llegando a Jesús y viendo que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas; pero uno de los soldados le abrió el costado con la lanza, y al instante salió sangre y agua. Y el que vio, ha dado testimonio –y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad– a fin de que vosotros también creáis. Porque esto sucedió para que se cumpliese la Escritura: “Ningún hueso le quebrantaréis”. Y también otra Escritura dice: “Volverán los ojos hacia Aquel a quien traspasaron”.
Juan XIX, 31-37
Visto en: Santo Evangelio del Día (https://santoevangeliodia.blogspot.com/)