Santo Evangelio del Día: 30 de septiembre

Septiembre 30

SAN JERÓNIMO
Presbítero y Doctor de la Iglesia

Doble
(ornamentos blancos)

Del mismo modo que fuimos aprobados de Dios
para que se nos confiase su Evangelio,
así hablamos, no para agradar a los hombres,
sino a Dios, que sondea nuestros corazones.
(1 Tesalonicenses 2, 4)

 

Epístola

Esto dice el Señor Dios: Si apartas de ti todo yugo, no apuntas con el dedo y no hablas maldad, repartes al hambriento tu pan, y al alma afligida dejas saciada, resplandecerá en las tinieblas tu luz, y lo oscuro de ti será como mediodía. Te guiará el Señor de continuo, hartará en los sequedales tu alma, dará vigor a tus huesos, y serás como huerto regado, o como manantial cuyas aguas nunca faltan. Reedificarán, de ti, tus ruinas antiguas, levantarás los cimientos de pasadas generaciones, se te llamará Reparador de brechas, y Restaurador de senderos frecuentados. Si apartas del sábado tu pie, de hacer tu negocio en el día santo, y llamas al sábado “Delicia”, al día santo del Señor “Honorable”, y lo honras evitando tus viajes, no buscando tu interés ni tratando asuntos, entonces te deleitarás en el Señor, y yo te haré cabalgar sobre los altozanos de la tierra. Te alimentaré con la heredad de Jacob tu padre; porque la boca de Yahveh ha hablado.

Isaías LVIII, 9-15

Evangelio

En aquel tiempo: Al atardecer, estaba la barca en medio del mar y Jesús, solo, en tierra. Viendo que ellos se fatigaban remando, pues el viento les era contrario, a eso de la cuarta vigilia de la noche viene hacia ellos caminando sobre el mar y quería pasarles de largo. Pero ellos viéndole caminar sobre el mar, creyeron que era un fantasma y se pusieron a gritar, pues todos le habían visto y estaban turbados. Pero él, al instante, les habló, diciéndoles: “¡Animo!, que soy yo, no temáis”. Subió entonces donde ellos a la barca, y amainó el viento, y quedaron en su interior completamente estupefactos, pues no habían entendido lo de los panes, sino que su mente estaba embotada. Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret y atracaron. Apenas desembarcaron, le reconocieron en seguida, recorrieron toda aquella región y comenzaron a traer a los enfermos en camillas adonde oían que él estaba. Y dondequiera que entraba, en pueblos, ciudades o aldeas, colocaban a los enfermos en las plazas y le pedían que tocaran siquiera la orla de su manto; y cuantos la tocaron quedaban salvados.

Marcos VI, 47, 56

Visto en: Santo Evangelio del Día (https://santoevangeliodia.blogspot.com/)

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