Santo Evangelio del Día: 30 de marzo

Miércoles IV de Cuaresma

MIÉRCOLES DENTRO DE LA CUARTA SEMANA DE CUARESMA

Semidoble
(ornamentos morados)

“Bendecid naciones a nuestro Señor Dios,
haced resonar sus alabanzas”.
(Salmos LXV, 8)

 

Lección

Esto dice el Señor Dios: Lavaos, purificaos; quitad de ante mis ojos la maldad de vuestras obras; cesad de obrar mal. Aprended a hacer el bien, buscad lo justo, poned coto al opresor, haced justicia al huérfano, defended la causa de la viuda. Venid, discutamos juntos, dice el Señor. Aunque vuestros pecados fuesen como la grana, quedarán blancos como la nieve. Aunque fuesen rojos como el carmesí, vendrán a ser como lana. Si queréis y si me escucháis, comeréis de lo mejor de la tierra.

Isaías I, 16-19

Evangelio

En aquel tiempo: Al pasar vio Jesús a un hombre, ciego de nacimiento. Sus discípulos le preguntaron: “Rabí, ¿quién pecó, él o sus padres, para que naciese ciego?”. Jesús les respondió: “Ni él ni sus padres, sino que ello es para que las obras de Dios sean manifestadas en él. Es necesario que cumplamos las obras del que me envió, mientras es de día; viene la noche, en que ya nadie puede obrar. Mientras estoy en el mundo, soy luz de (este) mundo”. Habiendo dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con la saliva y le untó los ojos con el barro. Después le dijo: “Ve a lavarte a la piscina del Siloé”, que se traduce “El Enviado”. Fue, pues, se lavó y volvió con vista. Entonces los vecinos y los que antes lo habían visto –pues era mendigo– dijeron: “¿No es éste el que estaba sentado y pedía limosna?”. Unos decían: “Es él”; otros: “No es él, sino que se le parece”. Pero él decía: “Soy yo”. Entonces le preguntaron: “¿Cómo, pues, se abrieron tus ojos?”. Respondió: “Aquel hombre que se llama Jesús, hizo barro, me untó con él los ojos y me dijo: ‘Ve al Siloé y lávate’. Fui, me lavé y vi”. Le preguntaron: “¿Dónde está Él?”. Respondió: “No lo sé”. Llevaron, pues, a los fariseos al que antes había sido ciego. Ahora bien, el día en que Jesús había hecho barro y le había abierto los ojos era sábado. Y volvieron a preguntarle los fariseos cómo había llegado a ver. Les respondió: “Puso barro sobre mis ojos, y me lavé, y veo”. Entonces entre los fariseos, unos dijeron: “Ese hombre no es de Dios, porque no observa el sábado”. Otros, empero, dijeron: “¿Cómo puede un pecador hacer semejante milagro?”. Y estaban en desacuerdo. Entonces preguntaron nuevamente al ciego: “Y tú, ¿qué dices de Él por haberte abierto los ojos?”. Respondió: “Es un profeta”. Mas los judíos no creyeron que él hubiese sido ciego y que hubiese recibido la vista, hasta que llamaron a los padres del que había recibido la vista. Les preguntaron: “¿Es éste vuestro hijo, el que vosotros decís que nació ciego? Pues, ¿cómo ve ahora?”. Los padres respondieron: “Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; pero cómo es que ahora ve, no lo sabemos; y quién le ha abierto los ojos, nosotros tampoco sabemos. Preguntádselo a él: edad tiene, él hablará por sí mismo”. Los padres hablaron así, porque temían a los judíos. Pues éstos se habían ya concertado para que quienquiera lo reconociese como Cristo, fuese excluido de la Sinagoga. Por eso sus padres dijeron: “Edad tiene, preguntadle a él”. Entonces llamaron por segunda vez al que había sido ciego, y le dijeron: “¡Da gloria a Dios! Nosotros sabemos que este hombre es pecador”. Mas él repuso: “Si es pecador, no lo sé; una cosa sé, que yo era ciego, y que al presente veo”. A lo cual le preguntaron otra vez: “¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?”. Contestoles: “Ya os lo he dicho, y no lo escuchasteis. ¿Para qué queréis oírlo de nuevo? ¿Queréis acaso vosotros también haceros sus discípulos?”. Entonces lo injuriaron y le dijeron: “Tú sé su discípulo; nosotros somos los discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que Dios habló a Moisés; pero éste, no sabemos de dónde es”. Les replicó el hombre y dijo: “He aquí lo que causa admiración, que vosotros no sepáis de dónde es Él, siendo así que me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no oye a los pecadores, pero al que es piadoso y hace su voluntad, a ése le oye. Nunca jamás se ha oído decir que alguien haya abierto los ojos de un ciego de nacimiento. Si Él no fuera de Dios, no podría hacer nada”. Ellos le respondieron diciendo: “En pecados naciste todo tú, ¿y nos vas a enseñar a nosotros?”. Y lo echaron fuera. Supo Jesús que lo habían arrojado, y habiéndolo encontrado, le dijo: “¿Crees tú en el Hijo del hombre?”. Él respondió y dijo: “¿Quién es, Señor, para que crea en Él?”. Díjole Jesús: “Lo estás viendo, es quien te habla”. Y él repuso: “Creo, Señor”, y lo adoró.

Juan IX, 1-38

Visto en: Santo Evangelio del Día (https://santoevangeliodia.blogspot.com/)

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