VIGILIA DE SAN ANDRÉS
Simple
(ornamentos morados)
De honor y gloria, Señor le has coronado y
le encomendaste las obras de sus manos.
(Salmos VIII, 6-7)
Epístola
Hermanos: En todo momento damos gracia a Dios por todos vosotros, recordándoos sin cesar en nuestras oraciones. Tenemos presente ante nuestro Dios y Padre la obra de vuestra fe, los trabajos de vuestra caridad, y la tenacidad de vuestra esperanza en Jesucristo nuestro Señor. Conocemos, hermanos queridos de Dios, vuestra elección; ya que os fue predicado nuestro Evangelio no sólo con palabras sino también con poder y con el Espíritu Santo, con plena persuasión. Sabéis cómo nos portamos entre vosotros en atención a vosotros. Por vuestra parte, os hicisteis imitadores nuestros y del Señor, abrazando la Palabra con gozo del Espíritu Santo en medio de muchas tribulaciones. De esta manera os habéis convertido en modelo para todos los creyentes de Macedonia y de Acaya. Partiendo de vosotros, en efecto, ha resonado la Palabra del Señor y vuestra fe en Dios se ha difundido no sólo en Macedonia y en Acaya, sino por todas partes, de manera que nada nos queda por decir. Ellos mismos cuentan de nosotros cuál fue nuestra entrada a vosotros, y cómo os convertisteis a Dios, tras haber abandonado los ídolos, para servir a Dios vivo y verdadero, y esperar así a su Hijo Jesús que ha de venir de los cielos, a quien resucitó de entre los muertos y que nos salva de la Cólera venidera.
I Tesalonicenses I, 2-10
Evangelio
En aquel tiempo: Juan estaba otra vez allí, como también dos de sus discípulos; y fijando su mirada sobre Jesús que pasaba, dijo: “He aquí el Cordero de Dios”. Los dos discípulos, oyéndolo hablar (así), siguieron a Jesús. Jesús, volviéndose y viendo que lo seguían, les dijo: “¿Qué queréis?”. Le dijeron: Rabí, –que se traduce: Maestro–, ¿dónde moras?”. Él les dijo: “Venid y veréis”. Fueron entonces y vieron dónde moraba, y se quedaron con Él ese día. Esto pasaba alrededor de la hora décima. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído (la palabra) de Juan y que habían seguido (a Jesús). Él encontró primero a su hermano Simón y le dijo: “Hemos hallado al Mesías” –que se traduce: “Cristo”. Lo condujo a Jesús, y Jesús poniendo sus ojos en él, dijo: “Tú eres Simón, hijo de Juan: tú te llamarás Kefas” –que se traduce: “Pedro”. Al día siguiente resolvió partir para Galilea. Encontró a Felipe y le dijo: “Sígueme”. Era Felipe de Betsaida, la ciudad de Andrés y Pedro. Felipe encontró a Natanael y le dijo: “A Aquél de quien Moisés habló en la Ley, y también los profetas, lo hemos encontrado: es Jesús, hijo de José, de Nazaret”. Natanael le replicó: “¿De Nazaret puede salir algo bueno?”. Felipe le dijo: “Ven y ve”. Jesús vio a Natanael que se le acercaba, y dijo de él: “He aquí, en verdad, un israelita sin doblez”. Díjole Natanael: “¿De dónde me conoces?”. Jesús le respondió: “Antes de que Felipe te llamase, cuando estabas bajo la higuera te vi”. Natanael le dijo: “Rabí, Tú eres el Hijo de Dios, Tú eres el Rey de Israel”. Jesús le respondió: “Porque te dije que te vi debajo de la higuera, crees. Verás todavía más”. Y le dijo: “En verdad, en verdad os digo: Veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del hombre”.
Juan I, 35-51
Visto en: Santo Evangelio del Día (https://santoevangeliodia.blogspot.com/)