JUEVES DENTRO DE LA CUARTA SEMANA DE CUARESMA
Semidoble
(ornamentos morados)
“Alégrese el corazón de los que buscan al Señor”.
(Salmos CIV, 3)
Lección
En aquellos días. Vino una mujer de Sunán en busca de Eliseo al monte Carmelo. Cuando el varón de Dios la vio de lejos, dijo a Giecí, su criado: “He ahí a esa sunamita. Corre, pues, al encuentro de ella, y dile: ‘¿Te va bien? ¿Y cómo están tu marido y el niño?’”. “¡Bien!”, dijo ella. Pero llegada al varón de Dios en el monte, le asió de los pies. Giecí se acercó para arrancarla; mas el varón de Dios dijo: “Déjala porque su alma está llena de amargura, pero Yahvé me lo ha ocultado, y no me lo ha revelado”. Exclamó ella: “¿Acaso he pedido yo un hijo a mi señor? ¿No te dije: no me engañes?”. Dijo él entonces a Giecí: “Cíñete los lomos, y toma mi báculo en tu mano y marcha. Si encuentras a alguno no le saludes; y si alguna te saluda no le respondas; y pon mi báculo sobre el rostro del niño”. Mas la madre del niño dijo: “¡Por la vida de Yahvé y por la vida de tu alma! No me apartaré de ti”. Se levantó él también y la siguió. Entretanto Giecí se les adelantó y puso el báculo sobre el rostro del niño; pero no hubo voz en él ni señal de vida, por lo cual se volvió al encuentro (de Eliseo) y le dio noticia, diciendo: “No ha despertado el niño”. Llegó Eliseo a la casa; y he aquí que halló al niño muerto, tendido sobre su cama. Entró, cerró la puerta tras los dos, y oró a Yahvé. Luego subió, y acostándose sobre el niño, puso su boca sobre la boca de éste, sus ojos sobre sus ojos, y sus manos sobre sus manos, y se tendió sobre él. Así se calentó la carne del niño. Después se retiró y anduvo por la casa, de acá para allá. Subió (de nuevo) y se tendió sobre el niño, el cual estornudó siete veces y abrió los ojos. Entonces llamó a Giecí y dijo: “Llama a esa sunamita”. La llamó, y ella vino donde estaba él; y dijo (Eliseo): “Toma a tu hijo”. Entró ella y postrándose en tierra se echó a sus pies. Luego tomó a su hijo y salió. Eliseo volvió a Gálgala. Había entonces hambre en el país; y estando los discípulos de los profetas sentados delante de él, dijo a su criado: “Pon la olla grande, y cuece un potaje para los discípulos de los profetas”.
IV Reyes IV, 25-38
Evangelio
En aquel tiempo: Iba Jesús camino de la ciudad llamada Naím; iban con Él sus discípulos y una gran muchedumbre de pueblo. Al llegar a la puerta de la ciudad, he ahí que era llevado fuera un difunto, hijo único de su madre, la cual era viuda, y venía con ella mucha gente de la ciudad. Al verla, el Señor movido de misericordia hacia ella, le dijo: “No llores”. Y se acercó y tocó el féretro, y los que lo llevaban se detuvieron. Entonces dijo: “Muchacho, Yo te digo: ¡Levántate!”. Y el (que había estado) muerto se incorporó y se puso a hablar. Y lo devolvió a la madre. Por lo cual todos quedaron poseídos de temor, y glorificaron a Dios, diciendo: “Un gran profeta se ha levantado entre nosotros”, y “Dios ha visitado a su pueblo”.
Lucas VII, 11-16
Visto en: Santo Evangelio del Día (https://santoevangeliodia.blogspot.com/)