Santo Evangelio del Día: 24 de enero

Enero 24

SAN TIMOTEO
Obispo y mártir

Doble
(ornamentos encarnados)

Predica la palabra de Dios,
insiste con ocasión y sin ella, reprende, ruega,
exhorta con toda paciencia y doctrina.
(2 Timoteo 4, 2)

 

Lección

Carísimo: Anda tras la justicia, la piedad, la fe, la caridad, la paciencia, la mansedumbre. Lucha la buena lucha de la fe; echa mano de la vida eterna, para la cual fuiste llamado, y de la cual hiciste aquella bella confesión delante de muchos testigos. Te ruego, en presencia de Dios que da vida a todas las cosas, y de Cristo Jesús –el cual hizo bajo Poncio Pilato la bella confesión– que guardes tu mandato sin mancha y sin reproche hasta la aparición de nuestro Señor Jesucristo, que a su tiempo hará ostensible el bendito y único Dominador, Rey de los reyes y Señor de los señores; el único que posee inmortalidad y habita en una luz inaccesible que ningún hombre ha visto ni puede ver. A Él sea honor y poder eterno. Amén.

I Timoteo VI, 11-16

Evangelio

En aquel tiempo: Dijo Jesús a sus discípulos: “Si alguno viene a Mí y no odia a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, y aun también a su propia vida, no puede ser discípulo mío. Todo aquel que no lleva su propia cruz y no anda en pos de Mí, no puede ser discípulo mío”. “Porque, ¿quién de entre vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero a calcular el gasto y a ver si tiene con qué acabarla? No sea que, después de haber puesto el cimiento, encontrándose incapaz de acabar, todos los que vean esto comiencen a menospreciarlo diciendo: ‘Este hombre se puso a edificar, y ha sido incapaz de llegar a término’. ¿O qué rey, marchando contra otro rey, no se pone primero a examinar si es capaz, con diez mil hombres, de afrontar al que viene contra él con veinte mil? Y si no lo es, mientras el otro está todavía lejos, le envía una embajada para pedirle la paz. Así, pues, cualquiera que entre vosotros no renuncia a todo lo que posee, no puede ser discípulo mío. La sal es buena, mas si la sal pierde su fuerza, ¿con qué será sazonada? Ya no sirve, ni tampoco sirve para la tierra, ni para el muladar: la arrojan fuera. ¡Quien tiene oídos para oír, oiga!”.

Lucas XIV, 26-35

Visto en: Santo Evangelio del Día (https://santoevangeliodia.blogspot.com/)

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