Santo Evangelio del Día: 25 de mayo

Sábado Témporas de Pentecostés

SÁBADO DE LAS TÉMPORAS DE PENTECOSTÉS

Semidoble
(ornamentos encarnados)

“Bendito eres, Señor Dios de nuestros padres
y digno de alabanza por todos los siglos”.
(Daniel III, LII)

 

Lección

Así dice el Señor: Después de esto, derramaré mi Espíritu sobre toda carne; profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos tendrán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Aun sobre los siervos y las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días. Señales en el cielo. Haré prodigios en el cielo y en la tierra; sangre y fuego y columnas de humo. El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que llegue el grande y terrible día del Señor. Y sucederá que todo aquel que invocare el Nombre del Señor será salvo. Porque, como dijo el Señor, habrá salvación en el monte Sión y en Jerusalén, y entre los restos que habrá llamado el Señor.

Joel II, 28-32

Lección

En aquellos días habló el Señor a Moisés, diciendo: Habla a los hijos de Israel y diles: Cuando, después de entrar en el país que Yo os daré, segareis allí la mies llevareis una gavilla, como primicias de vuestra siega, al sacerdote, el cual mecerá la gavilla; delante del Señor, para que os sea favorable. El día siguiente al sábado la mecerá el sacerdote. Contaréis siete semanas enteras desde el día siguiente al sábado, (o sea) desde el día en que habréis ofrecido la gavilla de la ofrenda mecida, hasta el día siguiente al séptimo sábado —serán cincuenta días— y entonces ofreceréis al Señor una nueva oblación. Traeréis de vuestras casas para ofrenda mecida dos panes, hechos con dos décimas de flor de harina, y cocidos con levadura, como primicias al Señor. Ese mismo día celebraréis una asamblea santa, y no haréis ningún trabajo servil. Ley perpetua será ésta de generación en generación dondequiera que habitéis.

Levítico XXIII, 9-11, 15-17, 21

Lección

Cuando hubieres entrado en el país que el Señor, tu Dios, te va a dar en herencia, y cuando después de tomarlo en posesión habitares en él, tomarás de las primicias de todos los frutos de la tierra que cosechares en el país que el Señor, tu Dios, te dé, y las pondrás en un canasto, e irás al lugar que el Señor, tu Dios, haya elegido para morada de su nombre. Allí te presentaras al sacerdote que fuere por entonces, y le dirás: Yo confieso hoy al Señor, tu Dios, que he entrado en el país que el Señor juró a nuestros padres que nos daría. Y clamamos al Señor, el Dios de nuestros padres, y el Señor oyó nuestra voz, y miró nuestra miseria, nuestro trabajo y nuestra opresión; y nos sacó el Señor de Egipto con mano poderosa y con brazo extendido, en medio de terrores estupendos, con señales y prodigios, y nos trajo a este lugar, entregándonos esta tierra, tierra que mana leche y miel. Ahora, pues, he aquí que ofrezco las primicias de los frutos de la tierra que Tú, Señor, me has dado. Y las pondrás delante del Señor, tu Dios, y te prosternarás ante el Señor, tu Dios; y te regocijarás por todo el bien que el Señor, tu Dios, te ha dado a ti y a tu casa, así tú como el levita y el extranjero que moran en medio de ti.

Deuteronomio XXVI, 1-3, 7-11

Lección

En aquellos días dijo el Señor a Moisés, habla a los Israelitas y diles: Si siguiereis mis leyes y guardareis mis mandamientos, poniéndolos en práctica, os enviaré las lluvias a su tiempo, para que la tierra dé sus productos y el árbol del campo su fruto. El tiempo de trillar la mies se prolongará entre vosotros hasta la vendimia, y la vendimia se prolongará hasta la siembra, y comeréis vuestro pan en abundancia, y habitaréis en seguridad en vuestra tierra. Yo daré paz al país, y dormiréis sin que nadie os espante; haré desaparecer del país las bestias feroces, y la espada no pasará por vuestra tierra. Perseguiréis a vuestros enemigos, que caerán ante vosotros al filo de la espada. Cinco de vosotros perseguirán a cien, y cien de vosotros pondrán en fuga a diez mil; y vuestros enemigos caerán ante vosotros al filo de la espada. Yo volveré hacia vosotros mi rostro. Yo os haré fecundos y os multiplicaré y mantendré mi alianza con vosotros. Comeréis frutos añejos, muy añejos, hasta echar fuera los añejos para dar cabida a los nuevos. Estableceré mi morada en medio de vosotros, y no os detestará mi alma. En medio de vosotros marcharé, y seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo.

Levítico XXVI, 3-12

Lección

Y se extendía la llama sobre el horno hasta la (altura de) cuarenta y nueve codos; y saltando fuera abrasó a los caldeos que halló cerca del horno. Mas el Ángel del Señor descendió al horno, y estaba con Azarías y con sus compañeros, sacudiendo del horno la llama del fuego. E hizo que en medio del horno soplase como un viento de rocío; y el fuego no los tocó en parte alguna, ni los afligió, ni les causó la menor molestia. Entonces aquellos tres, como si no tuviesen sino una sola boca, alabaron, y glorificaron, y bendijeron a Dios.

Daniel III, 47-51

Lección

Hermanos: Justificados, pues, por la fe, tenemos paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo, por quien, en virtud de la fe, hemos obtenido asimismo el acceso a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Y no solamente esto, sino que nos gloriamos también en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación obra paciencia; la paciencia, prueba; la prueba, esperanza; y la esperanza no engaña, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones mediante el Espíritu Santo que nos ha sido dado.

Romanos V, 1-5

Evangelio

En aquel tiempo: Levantose Jesús de la sinagoga y entró en casa de Simón. La suegra de Simón padecía de una fiebre grande, y le rogaron por ella. Inclinándose sobre ella increpó a la fiebre, y ésta la dejó. Al instante se levantó ella y se puso a atenderlos. A la puesta del sol, todos los que tenían enfermos, cualquiera que fuese su mal, se los trajeron, y Él imponía las manos sobre cada uno de ellos, y los sanaba. Salían también los demonios de muchos, gritando y diciendo: “Tú eres el Hijo de Dios!”. Y Él los reprendía y no los dejaba hablar, porque sabían que Él era el Cristo. Cuando se hizo de día, salió y se fue a un lugar desierto. Mas las muchedumbres que se pusieron en su busca, lo encontraron y lo retenían para que no las dejase. Pero Él les dijo: “Es necesario que Yo lleve también a otras ciudades la Buena Nueva del reino de Dios, porque para eso he sido enviado”. Y anduvo predicando por las sinagogas de Judea.

Lucas IV, 38-44

Visto en: Santo Evangelio del Día (https://santoevangeliodia.blogspot.com/)

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