MIÉRCOLES DE PASIÓN
Simple
(ornamentos morados)
“Señor, has sacado mi alma del lugar de la muerte”.
(Salmos XXIX, 4)
Epístola
En aquellos días: Habló el Señor a Moisés, diciendo: “Habla a toda la Congregación de los hijos de Israel y diles: Sed santos; porque Yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo. No hurtaréis; no usaréis de engaño o mentira entre vosotros. No juraréis en falso por mi nombre, ni profanarás el nombre de Dios. Yo soy el Señor. No oprimirás a tu prójimo, ni le despojarás. No quede el salario del jornalero en tu mano hasta el día siguiente. No maldecirás al sordo, ni pondrás tropiezo ante el ciego, sino que temerás a tu Dios. Yo soy el Señor. Siendo juez no hagas injusticia, ni en favor del pobre, ni por respeto al grande. Juzgarás a tu prójimo según justicia. No andes sembrando calumnias por entre tu pueblo; no te cruces de brazos cuando esté en peligro la vida de tu prójimo. Yo soy el Señor. No odies en tu corazón a tu hermano, pero reprende a tu prójimo, para que no lleves pecado por él. No tomarás venganza, ni guardarás rencor contra los hijos de tu pueblo. Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor. Guardad mis mandamientos. No hagas que tus bestias se mezclen con las de otra especie. No siembres tu campo con dos clases distintas de semillas. No lleves vestido tejido de dos clases de hilo. Y desde el quinto año comeréis de su fruto; rendirán entonces mayor fruto. Yo soy el Señor, vuestro Dios”.
Levítico XIX, 1-2, 11-19, 25
Evangelio
En aquel tiempo: Llegó la fiesta de la Dedicación en Jerusalén. Era invierno, y Jesús se paseaba en el Templo, bajo el pórtico de Salomón. Lo rodearon, entonces, y le dijeron: “¿Hasta cuándo tendrás nuestros espíritus en suspenso? Si Tú eres el Mesías, dínoslo claramente”. Jesús les replicó: “Os lo he dicho, y no creéis. Las obras que Yo hago en el nombre de mi Padre, ésas son las que dan testimonio de Mí. Pero vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas oyen mi voz, Yo las conozco y ellas me siguen. Y Yo le daré vida eterna, y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. Lo que mi Padre me dio es mayor que todo, y nadie lo puede arrebatar de la mano de mi Padre. Yo y mi Padre somos uno”. De nuevo los judíos recogieron piedras para lapidarlo. Entonces Jesús les dijo: “Os he hecho ver muchas obras buenas, que son de mi Padre. ¿Por cuál de ellas queréis apedrearme?”. Los judíos le respondieron: “No por obra buena te apedreamos, sino porque blasfemas, y siendo hombre, te haces a Ti mismo Dios”. Respondioles Jesús: “¿No está escrito en vuestra Ley: ‘Yo dije: sois dioses?’. Si ha llamado dioses a aquellos a quienes fue dirigida la palabra de Dios –y la Escritura no puede ser anulada– ¿cómo de Aquel que el Padre consagró y envió al mundo, vosotros decís: ‘Blasfemas’, porque dije: ‘Yo soy el Hijo de Dios?’. Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis; pero ya que las hago, si no queréis creerme, creed al menos, a esas obras, para que sepáis y conozcáis que el Padre es en Mí, y que Yo soy en el Padre”.
Juan X, 22-38
Visto en: Santo Evangelio del Día (https://santoevangeliodia.blogspot.com/)