Martirologio romano
En Roma, san Juan Leonardo, confesor, fundador de la Congregación de Clérigos Regulares de la Madre de Dios, ilustre por sus empresas y milagros; por cuya labor fueron instituidas las misiones de la Propagación de la Fe.
En París, el triunfo de san Dionisio Areopagita, obispo, san Rústico, presbítero, y san Eleuterio, diácono. Dionisio bautizado por san Pablo Apóstol, fue ordenado primer obispo de Atenas; después pasó a Roma, y de allí el papa san Clemente le envió a evangelizar a las Galias; llegado a dicha capital y habiendo por algunos años desempeñado fielmente la labor que se le había confiado, por último, de orden del prefecto Fescenino, después de diversos y gravísimos tormentos, junto con sus compañeros pasado a cuchillo, consumó el martirio.
El mismo día, la memoria de san Abraham, patriarca y padre de todos los creyentes.
En Monte Casino, san Diosdado, abad, que encerrado en una cárcel por el tirano Sicardo y consumido allí de hambre y miseria, entregó su espíritu
En Julia, territorio de Parma, en la vía Claudia, san Domnino, mártir, que, huyendo de la rabiosa persecución del emperador Maximiano, fue apresado por los perseguidores y, atravesado con una espada, sucumbió gloriosamente.
En Henao, san Gisleno, obispo y confesor, el cual, renunciando el obispado, hizo vida de monje en un monasterio que había edificado, y resplandeció en obras maravillosas.
En Valencia de la España Tarraconense, san Luis Beltrán, de la Orden de Predicadores, confesor, que, célebre por su espíritu apostólico, confirmó entre los americanos, con la inocencia de su vida y muchos milagros, el Evangelio que les había predicado.
En Jerusalén, san Andrónico y santa Atanasia, su mujer.
En Antioquía, santa Publia, abadesa, la cual, mientras cantaba con sus monjas, al pasar Juliano Apóstata, aquellas palabras del Salmo: “Los ídolos de los Gentiles son oro y plata; sean semejantes a ellos los que los hacen”; por orden del emperador fue abofeteada y ásperamente reprendida.
En Bigorra, san Sabino de Lavedan, confesor.
Cerca de Cambrai, santa Ola, virgen.
En Orleans, santa Austregilda, madre de san Leu, cuyas reliquias están en San Añan.
En Metz, san Arnaldo, obispo.
En dicho día, el venerable Thifroy, obispo de Amiens, antes abad de Corbia, adonde santa Batilda le había hecho venir del monasterio de Luxeu, gobernado por entonces por san Gauberto, sucesor de san Eustasio.
En Anschin de Hainaut, el bienaventurado Gosvino, abad de dicho lugar.
En Espoleto, san Baractal, mártir.
En Candía, santa Afra, mártir.
En Odesa de Misia, san Doroteo, obispo de Tiro, a quien los griegos veneran como a mártir.
Cerca de Narni en el ducado de Espoleto, san Gemino, monje de San Paterniano de Fano.
Entre los griegos, san Pedro de Galacia, monje.
En la selva de Rinchnach de Bohemia, san Gontero, gentilhombre de Ringa; penitente, monje y solitario; enterrado en Breunove cerca de Praga.
En Salerno, el venerable Alfano, arzobispo de aquella ciudad, célebre por sus escritos y sólida piedad.
En Culmenses cerca de Culm en Prusia, el venerable Lobedavo, presbítero.
Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Alabado y glorificado sea Dios eternamente.
Tomado de Cristo ¿Vuelve o no Vuelve? (https://vuelvecristo.blogspot.com/) y de Año Cristiano de Juan Croisset, S. J.