Martirologio romano
En Tarascón de la Galia Narbonense, santa Marta, virgen, hospedadora de nuestro Salvador, y hermana de los santos María Magdalena y Lázaro.
En Roma, en la vía Aureliana, san Félix II, papa y mártir, que, echado de su silla en defensa de la fe católica por Constancio, emperador arriano, murió glorioso en Corvetro de Toscana, acuchillado en secreto. Su cuerpo fue levantado de allí por sus clérigos y enterrado en la misma vía; pero andando el tiempo fue trasladado a la iglesia de San Cosme y San Damián, y hallado debajo del altar por el papa Gregorio XIII con las reliquias de los santos mártires Marco, Marceliano y Tranquilino. La víspera de las calendas de agosto fue nuevamente depositado en el mismo lugar con las mismas reliquias. En dicho altar se hallaron también los cuerpos de los santos mártires Abondo, presbítero, y Abundancia, diácono, que algún tiempo después fueron llevados solemnemente la víspera de su fiesta a la iglesia de la Compañía de Jesús.
También en Roma, en la vía Portuense, los santos mártires Simplicio, Faustino y Beatriz, en los tiempos del emperador Diocleciano; los dos primeros, al cabo de muchos y diversos suplicios, fueron condenados a la pena capital; Beatriz, su hermana, por confesar a Cristo, fue ahorcada en la cárcel.
Allí mismo, los santos mártires Lucila y Flora, vírgenes, Eugenio, Antonino y Teodoro y dieciocho compañeros; los cuales, en el imperio de Galieno, consumaron el martirio.
Asimismo en Roma, santa Serapia, virgen, la cual, en tiempo del emperador Adriano, fue entregada a dos jóvenes lascivos, y no pudiendo ser de ellos burlada, ni después abrasada con teas encendidas, por orden del juez Dérilo fue apaleada y después degollada. Su cuerpo fue depositado por santa Sabina en el sepulcro que ésta tenía junto a un terreno de Vindiciano; pero la memoria de su martirio se celebra el 3 de septiembre, en que el sarcófago de ambas fue allí mismo compuesto, y adornado, y aquel lugar consagrado a la oración.
Cerca de la misma ciudad, los santos mártires Abseodo y algunos otros.
En Gangres de Paflagonia, san Calinico, mártir, el cual, azotado con varas de hierro y atormentado con otros suplicios, finalmente echado en un horno, entregó su alma a Dios.
En Noruega, san Olavo, rey y mártir.
En Troves de Francia, san Lupo, obispo y confesor, que, en compañía de san Germán, fue a Inglaterra a combatir la herejía de los pelagianos, y con su continua oración defendió la ciudad de Troyes del furor de Atila, que devastaba las Galias; por fin, habiendo dignamente desempeñado cincuenta y dos años el cargo sacerdotal, descansó en paz.
En la ciudad de Brieuc, en Francia, san Guillermo, obispo y confesor.
También la dichosa muerte de san Próspero, obispo de Orleans.
En Todi de Umbría, san Faustino, confesor.
En la ciudad de Mamia, santa Serafina.
En Dol en Bretaña, san Genevé, obispo regionario, superior del monasterio de Dol después de san Buzeu.
En Roma, san Urbano II, papa, el cual, siguiendo las pisadas de san Gregorio VII, resplandeció por el celo de la doctrina y de la religión, y excitó a los fieles cruzados a rescatar del poder de los infieles los santos lugares de Palestina. El culto que desde tiempo inmemorial se le tributaba fue ratificado y confirmado por el sumo pontífice León XIII.
Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Alabado y glorificado sea Dios eternamente.
Tomado de Cristo ¿Vuelve o no Vuelve? (https://vuelvecristo.blogspot.com/) y de Año Cristiano de Juan Croisset, S. J.