Martirologio romano
En Roma, san Hipólito, mártir, el cual, en tiempo del emperador Valeriano, para gloria de su confesión, después de otros tormentos, atado por los pies a los cuellos de caballos indómitos, arrastrado cruelmente por entre cardos y abrojos y despedazado todo el cuerpo, entregó su espíritu al Señor. Padecieron también el mismo día santa Concordia, su nodriza, la cual, antes que él herida con plomadas, pasó al Señor; y además otros diecinueve de su familia, que fueron degollados fuera de la puerta Tiburtina, y junto con él sepultados en el campo Verano.
En Imola, el triunfo de san Casiano, mártir, que como no quisiera adorar a los ídolos, el tirano, llamando a los muchachos, a quienes el Santo, por instruirlos, se había hecho aborrecible, les dio licencia para quitarle la vida; con que fue su martirio tanto más penoso cuanto más largo lo hicieron las débiles manos que lo ejecutaban.
En Todi de Umbría, san Casiano, obispo y mártir, en tiempo del emperador Diocleciano.
En Burgos de España, las santas Centola y Elena, mártires.
En Constantinopla, san Máximo, abad, insigne por su doctrina y celo de la verdad católica; al cual, por combatir acérrimamente contra los Monotelitas, el Emperador Constante Hereje, mandó cortar las manos y la lengua y lo desterró al Queroneso, donde esclarecido por su gloriosa confesión, entregó el espíritu a Dios. Entonces también, dos discípulos suyos, por nombre Anastasio, y otros muchos, padecieron diferentes tormentos y penosos destierros.
En Fritzlar de Alemania, san Wigberto, presbítero y confesor.
En Roma, la dichosa muerte de san Juan Berchmans, escolar de la Compañía de Jesús y confesor, insigne por la inocencia de vida y por la observancia de la disciplina regular, a quien el Sumo Pontífice León XIII decretó los honores de los Santos.
En Poitiers de Francia, santa Radegunda, reina, cuya vida resplandeció en virtudes y milagros.
Cerca de Vivonne en el Poitou, san Juniano, recluso, luego abad, el cual fue enterrado en Mairé-l’Eveseau.
En Evreux, san Lulo, obispo.
En Elvang, en Suabia, san Hariolfo, obispo de Langres, que fue uno de los doce santos obispos de Francia que asistieron al concilio de Letrán contra los iconoclastas bajo el papa Estéban IV.
En Baugé en Anlou, la venerable Ana de Melun, hija de Guillermo, príncipe de Epinoy, fundadora de las hospitalarias de aquella ciudad.
En Milán, el natalicio de san Simpliciano.
En Inglaterra, san Higuebaldo, abad.
Tomado de Cristo ¿Vuelve o no Vuelve? (https://vuelvecristo.blogspot.com/) y Año Cristiano de Juan Croisset, S.J.