Martirologio romano
En Roma, san Francisco de Borja, sacerdote de la Compañía de Jesús y confesor, recomendable por la austeridad de su vida, por el don de oración que había recibido de Dios, por el ánimo con que renunció a las grandezas del siglo y por la resolución con que se negó a admitir las primeras dignidades de la Iglesia. Su tránsito se conmemora el 30 de septiembre.
En Ceuta de la Mauritania Tingitana, el triunfo de siete santos mártires de la Orden de Menores, a saber: san Daniel, san Samuel, san Ángel, san León, san Nicolás, san Hugolino y san Domno. Todos menos Domno eran sacerdotes; y por la predicación del Evangelio y confutación de la secta de Mahoma, después de muchas afrentas, prisiones y azotes sufridos de parte de los sarracenos, al fin, cortadas las cabezas, alcanzaron la palma del martirio.
En Colonia, san Gereón, mártir, con otros trescientos diez y ocho, los cuales, por la verdadera religión, en la persecución de Maximiano, ofrecieron pacientemente sus cuellos a la espada.
En territorio de la misma ciudad, san Víctor y compañeros, mártires.
En Bona de Alemania, san Casio y san Florencio, mártires, con otros muchísimos.
En Nicomedia, los mártires san Eulampio y su hermana santa Eulampia, virgen; la cual, como oyese que su hermano era atormentado por Cristo, saltando por medio de la turba, y abrazándose a él, se hizo su compañera en el tormento, y ambos arrojados en una tina de aceite hirviendo, y no recibiendo daño alguno, por último, fueron decapitados, junto con otros doscientos que, al presenciar aquel milagro, creyeron en Cristo.
En la isla de Creta, san Pinito, nobilísimo entre los obispos; floreció siéndolo de Gnosia, por los tiempos de Marco Antonino Vero y Lucio Aurelio Cómodo, y en sus escritos, como un espejo, dejó un vivo retrato de sí mismo.
En York de Inglaterra, san Paulino, obispo, que fue discípulo de san Gregorio Papa, y por él enviado allá con otros a predicar el Evangelio, convirtió a la fe de Cristo al rey Edwino y a su pueblo.
En Populonia de Toscana, san Cerbonio, obispo y confesor, que, según atestigua san Gregorio Papa, en vida y en muerte fue esclarecido en milagros.
En Verona, otro san Cerbonio, obispo.
En Capua, san Paulino, obispo.
En Nantes, san Claro, primer obispo de aquella ciudad.
En Ilasteir en el obispado de Namur, san Noncio, que había sido porquero. Su cuerpo es venerando en Vazor.
En Joarre, santa Telquida, virgen, primera abadesa de aquel monasterio.
En Luitre cerca de Rameru, en la diócesis de Troyes en Champaña, santa Tancha, virgen y mártir, venerada en Anjou.
Cerca de Aire en el Artois, san Venanto, solitario, muerto por unos malévolos.
En Sens, san Aldrico, obispo de aquella ciudad, cuyo cuerpo es venerado en Ferrieres en Gainais, donde había sido monje, luego abad.
Dicho día, el venerable Hugues de Montaigu, obispo de Auxerre.
En Bethmada en el reino de Persia, el martirio de san Acépsimas, obispo, azotado hasta la muerte en la persecución del rey Sapor, en la cual dice Sozomeno contarse dieciséis mil mártires entre hombres y mujeres, cuyos nombres se saben, y una infinidad de otros de quienes se ignora hasta el número.
En Constantinopla, san Basiano, acemeta, a cuyo honor el emperador Marciano mandó erigir una iglesia en dicha ciudad, en el mismo sitio donde murió.
En Citanova de Istria, san Máximo, venerado como obispo y mártir de Venecia, en la iglesia de San Canciano, donde se halla su cuerpo.
En Inglaterra, san Juan de Bridlington, canónigo reglar.
Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Alabado y glorificado sea Dios eternamente.
Tomado de Cristo ¿Vuelve o no Vuelve? (https://vuelvecristo.blogspot.com/) y de Año Cristiano de Juan Croisset, S. J.