El interior de Jesús y de María
Hemos editado El interior de Jesús y de María, donde el padre Juan Grou sigue de cerca las vidas de Jesús y de María, y nos da a conocer lo que pasaba en su interior en cada pasaje que nos narra el Evangelio.
Todos conocemos, con mayor o menor profundidad, las vidas de Jesús y la de María. Pero, si bien sabemos muchos detalles de lo que exteriormente vivieron, poco hemos reflexionado sobre lo que pasaba en su interior.
Pocas obras ha producido la piedad cristiana comparables con la que ahora presentamos al público. El objeto de este libro es el alma de Jesús y sus inefables virtudes; y se añaden, por purísimo reflejo, el alma y las virtudes de María.
En pocos libros de piedad se hallarán puestos al alcance de todos, puntos de la más elevada teología tanto dogmática como ascética, cual aquí se proponen, por su íntima relación con la conducta interior del hombre, que debe ser la imitación de la conducta interior de Jesucristo. Los arcanos más adorables de la Religión se hacen aquí accesibles en su aplicación a la práctica de las virtudes, y todos los preceptos y consejos de la moral evangélica se ven emanar del alma de Jesucristo como de su centro.
Hasta el hombre de mundo, el filósofo tal vez indiferente, admirará en estas páginas, desenvuelto sin artificio, sin preocupación, sin rodeos y con una embelesante candidez el verdadero espíritu del Cristianismo, tan poco conocido no sólo entre los impíos, sino aun entre la mayor parte de los cristianos.
En este texto, de inigualable precisión y suavidad del estilo, pueden saborearse las almas sensibles y purificadas que aspiren por el sincero sacrificio de sí mismas al más alto punto de la perfección cristiana.
Jesús es el único y el perfecto modelo propuesto a todos los cristianos. Su vida es la explicación más clara y segura de su doctrina: él practicó en un grado excelente todo lo que enseñó; y no hay un solo punto ni de sus preceptos ni de sus consejos evangélicos que no haya plena y constantemente cumplido. Nunca, pues, se estudiarán con bastante atención hasta los menores rasgos de su vida para aprender de qué modo hemos de comportarnos en las mismas circunstancias.
Pero lo que más reclama nuestra aplicación son sus disposiciones interiores, que fueron el alma de sus acciones. Jamás hablaremos, ni obraremos, ni sufriremos como él si no pensamos ni somos afectados como él. En su espíritu, en su corazón es en donde debemos esforzarnos en penetrar; y ésta es la parte en que más nos importa parecernos a él.
¿Qué podemos conocer de lo que pasaba en su alma sino lo que él mismo se digne descubrirnos? Este favor precioso, que es la fuente de todos los demás, no lo concede sino a los que lo desean con ardor si lo piden con instancia y a ello se disponen con una extrema fidelidad a la gracia. ¿Somos nosotros de este número?, ¿aspiramos a conocer el interior de Jesús con el designio de imitarlo?, ¿es éste el gran objeto de nuestras súplicas?, ¿nos preparamos a ello por medio de una docilidad entera a seguir los movimientos del Espíritu Santo?
¡Cuán pocos cristianos, aun entre los que hacen pública profesión de piedad, pueden darse a sí mismos semejante testimonio! Y de ahí viene, sin duda, que los hombres espirituales e interiores son tan raros, cuando todos debieran serlo, quién más, quién menos, según el grado de su gracia.
En cuanto al interior de María, Dios no tuvo por conveniente que tuviésemos noticia de todos los pormenores de su vida; mas lo poco que sabemos basta para nuestra edificación. Respetando el secreto de Dios, no debemos desear saber más.
No dejes pasar más tiempo. Adéntrate en el interior de Jesús y de María. Decídete a imitarlos. Es el mejor medio para seguir la senda que lleva a la salvación eterna.
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