9 de agosto
Los santos niños Justo y Pastor hermanos, mártires
(† 304)
Entre las victorias que por medio de sus mártires y esforzados guerreros alcanzó Dios nuestro Señor de los tiranos que persiguieron la Iglesia de España, es muy esclarecida y admirable la de los santos niños y bienaventurados hermanos Justo y Pastor, quienes en edad tierna y delicada, vestidos de espíritu y soberana fortaleza, triunfaron del malvado presidente, y volando al cielo, dejaron en la tierra el trofeo y las señales de la victoria.
Vino Daciano a Alcalá de Henares para perseguir, como lo hacía en todas partes, a los fieles de Cristo; y publicó un edicto en que mandaba que todos sacrificasen a los dioses o que fuesen muertos con exquisitos y atroces tormentos.
Divulgose luego este mandato; y estando muchos fieles temerosos y encogidos, salieron al campo dos niños valerosos para hacer burla del tirano. Estos fueron Justo y Pastor, el primero de siete años y el segundo de nueve, los cuales eran hijos de padres nobles y cristianos, y en aquella sazón iban a la escuela para aprender las primeras letras.
Luego que oyeron el impío mandato del tirano, entró en sus tiernos pechos un encendido deseo de padecer y morir por Cristo; y arrojando las cartillas que llevaban, se fueron al palacio de Daciano para ofrecerse al martirio.
Cuando éste supo que aquellos dos niños, sin ser llamados y por su voluntad, venían a morir por la fe de Cristo, se turbó y llenó de asombro: mas pensando que aquello sería liviandad pueril, los mandó azotar para amedrentarlos.
Al tiempo de ser llevados a este tormento, Justo habló a Pastor y le dijo: “No temas, hermano Pastor, esta muerte del cuerpo que se nos prepara; porque, Dios que nos hace merced que muramos por Él, nos dará todo el esfuerzo necesario para que podamos morir y alcanzar la corona del martirio”.
Quedó Pastor más esforzado y animoso con estas palabras de Justo, y díjole: “Oh hermano mío Justo, con razón te llaman justo, pues tan bien muestras que lo eres. Ligera cosa me será morir contigo por ganar a Jesucristo en tu compañía”.
Estas palabras iban los santos hablando entre sí, dejando a los ministros de Daciano admirados de ver en tan corta edad tan grande aliento y constancia. Por lo cual temeroso el tirano de ser vencido por aquellos niños, mandó que, sin más dilación, los degollasen secretamente en algún lugar apartado de la población.
Y así los sacaron a un campo que llamaban Loable, y allí les cortaron las cabezas sobre una gran piedra; en la cual quedaron impresas las señales, como hoy día se ven, de sus rodillas y manos. Edificaron en aquel mismo sitio los cristianos una capilla que llevaba el nombre de los santos mártires.
Reflexión: El espectáculo que nos ofrece hoy el martirio de estos dos niños, es un terrible anatema contra la cobardía de muchos cristianos, que no están dispuestos, no digo a derramar una gota de sangre por Cristo, pero ni aun a sufrir una palabra de burla, un gesto despreciativo, una ligera incomodidad que a veces exige el fiel cumplimiento de la ley de Dios. Pues, ¿con qué alma piensan comparecer ante el tribunal de Jesucristo? ¿Con qué ojos podrán ver allí a esos tiernos niños ostentando el laurel de la victoria y la palma del martirio?
Oración: Oh Dios, que das la fe, la esperanza y la caridad a los tiernos niños, y por la alabanza con que te confesaron tus inocentes mártires Justo y Pastor, nos estimulas a alcanzar la salvación; infúndenos la pureza de la infancia, para que emulando con nuestra vida ajustada a tu santa ley la vida inculpable de los niños, nos gocemos con los santos, en la recompensa que has de dar a tus fieles servidores. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
(P. Francisco De Paula Morell, S. J., Flos Sanctorum)