8 de agosto
Los santos Ciriaco, Largo y Esmaragdo, mártires
(† 309)
El martirio de los santos Ciriaco, Largo y Esmaragdo, se saca de las Actas de san Marcelo papa y mártir, que los notarios de Roma escribieron. Fue san Ciriaco ilustre diácono de la iglesia romana, bajo el pontificado de los vicarios de Jesucristo Marcelino y Marcelo.
En aquellos tiempos primitivos de la iglesia los diáconos se ocupaban mucho en la predicación y administración de los sacramentos; y en estos oficios convirtió Ciriaco a muchos gentiles a la fe.
Habíale el Señor concedido un don señalado de curar a los enfermos y lanzar los demonios, y el mismo emperador Diocleciano, le rogó que sanase a una hija suya llamada Artemia, que estaba poseída y rigurosamente atormentada del maligno espíritu.
Librola el santo con poderosa virtud de aquella tiranía infernal; y como la noticia de este suceso llegase a oídos de Sapor, rey de Persia, el cual tenía asimismo una hija, llamada Jobia, agitada del espíritu diabólico, vino con grande acompañamiento a Roma en busca del diácono taumaturgo, y con humildes súplicas le rogó que le otorgase el mismo beneficio que había hecho a Diocleciano.
El santo diácono con los sagrados exorcismos libró de la posesión a la hija de Sapor y quedó éste tan maravillado de la virtud de Cristo, que luego se convirtió y abrazó la fe con otros muchos de su reino.
Mas no fueron bastantes todos estos prodigios para que el cruelísimo Diocleciano dejase de perseguir a la Iglesia: antes atribuyéndolos a arte mágica y encantamiento, y viendo que por ellos muchos se convertían, mandó prender a Ciriaco, con sus dos compañeros Largo y Esmaragdo.
Predicaron éstos la fe en la cárcel a los demás presos gentiles, y alentaron a los que eran cristianos, entre los cuales se hallaban los mártires Crescencio, Sergio, Segundo, Albano, Victoriano, Faustino, Juliana, Ciriacide y Donata.
Parecía la cárcel un templo donde se cantaban de día y de noche las divinas alabanzas, y se ofrecía el adorable sacrificio: mas llegó el día en que abriendo los ministros del emperador las puertas, les intimaron la orden de sacrificar a los dioses o de morir en los más duros suplicios.
Moriremos por Cristo, dijo el valeroso Ciriaco: y con la misma fortaleza se ofrecieron a la muerte todos los demás presos. Ejecutose la sentencia en la vía Salaria, y aquellos santos confesores, esforzados por las exhortaciones de Ciriaco y de Largo y Esmaragdo, después de varios tormentos fueron degollados.
En aquel mismo sitio los fieles sepultaron los sagrados cadáveres de estos santos, hasta que cesando el furor de la persecución, la nobilísima matrona Lucina mandó trasladarlos a la vía Ostiense, donde tuvieron más honrosa sepultura. El sumo pontífice León IX regaló un brazo de san Ciriaco a la abadía de Altdorf en Alsacia.
Reflexión: La constancia de estos santos mártires debe esforzarnos a nosotros a defender públicamente nuestra fe católica, sin dejarnos vencer de respetos humanos ni temer mal alguno que por la causa de Jesucristo nos pueda venir. Bienaventurados, dice el Señor, los que padecen persecución por la justicia. Los enemigos de Dios nos pueden quitar la hacienda temporal y la vida del cuerpo; mas no pueden quitarnos los eternos bienes, la eterna vida y la eterna gloria, que es la recompensa prometida por Jesucristo a los que padecen persecuciones, injurias y la muerte por su amor.
Oración: Concédenos propicio, oh Señor, que pues nos alegras con la anual solemnidad de tus santos mártires Ciriaco, Largo y Esmaragdo, imitemos la constancia que mostraron en sus tormentos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
(P. Francisco De Paula Morell, S. J., Flos Sanctorum)