SAN LUCIANO
Presbítero y mártir
Apartaos de mí, malditos: id al fuego eterno,
que ha sido preparado para el diablo y sus ángeles.
(Mateo 25, 41)
San Luciano puede ser llamado el cristiano por antonomasia, pues, a la edad de doce años distribuyó todos sus bienes a los pobres y ante el tribunal no hacía sino repetir estas palabras: Soy cristiano. Como no tuviera altar en la prisión, el amor ingenioso que profesaba a Dios le inspiró la idea de hacerse sostener por sus discípulos y de consagrar a Jesucristo sobre su pecho. Fue así, el sacerdote, el altar y la víctima de Dios, por quien derramó su sangre en el año 312.
MEDITACIÓN SOBRE EL INFIERNO
I. El infierno es el lugar destinado para el castigo de los réprobos. Su mayor suplicio será no ver a Dios, lo que constituye la felicidad de los elegidos. Conocerán las perfecciones de Dios, desearán gozar de ellas, pero no podrán; y como Dios es la fuente de todo bien, ellos también serán privados de toda clase de bienes. No habrá ya para ellos ni alegría ni contento. Infeliz estado, ¿quién podría concebirte? La pérdida de un amigo, de un pariente, de un bien que amas, te hace gemir: ¿qué no producirá conocer el valor de Dios y ser separado de Él para siempre?
II. Padecerán todos los tormentos, imaginables e inimaginables: el hambre, la sed, las tinieblas, los espectros pavorosos, el fuego… El condenado será atormentado en todas las partes de su cuerpo, en todas las potencias de su alma. Cristiano afeminado, un dolor de muelas te hace gritar, no podrías mantener un dedo ni siquiera un momento en el fuego, ¿cómo soportarás esos suplicios que han merecido tus crímenes?
III. Esos tormentos durarán toda la eternidad, sin consuelo, sin interrupción, sin esperanza. «¡Oh Dios! Cuán amargos resultarían los placeres de esta vida y cuán agradables sus sufrimientos para quien comprendiese estas palabras: ¡sufrir eternamente!». «Eternidad, ¿se puede pensar en ti sin temblar, sin temer a Dios, sin despreciar al mundo ni desapegarse de él? ¡Eternidad! ¡Por un placer de un momento, una eternidad de suplicios!». Somos insensatos o paganos si el pensamiento de la eternidad no nos conmueve y nos convierte. ¿Quién de vosotros podrá habitar en las llamas eternas? (Isaías).
El pensamiento del infierno
Orad por la conversión de los malos cristianos
ORACIÓN
Haced, os lo rogamos, Dios omnipotente, por la intercesión del bienaventurado Luciano, vuestro mártir, cuyo natalicio al cielo celebramos, que seamos fortificados en el amor de vuestro Santo Nombre. Por J. C. N. S. Amén.
Tomado: de Meditaciones del P. Grosez