30 de noviembre
San Andrés, apóstol
(† 62)
El glorioso apóstol san Andrés, hermano mayor de san Pedro, natural de Betsaida en Galilea, y pescador de oficio, fue el primero de los apóstoles que conoció y trató a Jesucristo: porque siendo discípulo de san Juan Bautista, un día viendo san Juan al Señor, dijo: “Este es el Cordero de Dios”; y luego san Andrés con otro discípulo suyo, se fue en seguimiento de Cristo; el cual volviéndose a ellos y viendo que le seguían, preguntoles a quien buscaban, y ellos respondieron que querían saber dónde posaba.
Díjoselo, llevolos consigo, túvolos un día en su compañía: y de su conversación entendieron que era el verdadero Mesías. Díjolo Andrés a su hermano Pedro, y lo llevó a Cristo. Más adelante hallolos al Señor pescando en el mar de Galilea, y los llamó al apostolado.
Siguieron los dos hermanos a Cristo todo el tiempo que anduvo predicando por Judea y Galilea; y aunque el primero a quien nombran los Evangelios al nombrar a los apóstoles es san Pedro, no obstante, inmediatamente después de Pedro ponen a san Andrés.
Después de haber recibido el Espíritu Santo, fue san Andrés a predicar el Evangelio a los habitantes de la Escitia, de las regiones del mar Negro, y de la que ahora llamamos Albania. Pasó finalmente a Acaya, en donde las numerosas conversiones que con su apostólica predicación obtuvo, suscitaron el furor de los idólatras, los cuales le acusaron de seductor y le llevaron al tribunal de Egeas, procónsul de Patras.
Mandole éste que sacrificase a los dioses del imperio, si no quería morir entre tormentos: y respondiendo Andrés que cada día ofrecía en sacrificio al verdadero y único Dios un Cordero inmaculado, que se inmola en los altares de los cristianos; el feroz procónsul, incapaz de entender el lenguaje del santo apóstol, condenole a morir en una cruz, y no enclavado en ella, sino atado con sogas, para que el tormento fuese más prolijo.
Al verle el pueblo salir para el lugar de la crucifixión, daba voces diciendo: “¿Qué ha hecho este justo y amigo de Dios? ¿Por qué lo crucifican?” Mas él rogábales que no le impidiesen aquel bien tan grande: y al ver la cruz, desde lejos exclamó: “Yo te adoro, oh cruz preciosa, que con el cuerpo de mi Señor fuiste consagrada: yo vengo a ti regocijado y alegre; recíbeme tú en tus brazos con alegría y regocijo. ¡Oh buena cruz tan hermoseada con los miembros de Cristo! días ha que te deseo: con solicitud y diligencia te he buscado; ahora que te hallé, recíbeme en tus brazos y preséntame a mi Maestro, para que por ti me reciba el que por ti me redimió”.
Dos días estuvo vivo en la cruz con estos santos afectos, y fervorosas exhortaciones al numeroso pueblo que le rodeaba, y así dio su espíritu al Señor.
Reflexión: ¡Cuánta fue aquella dulzura, dice san Bernardo, que sintió san Andrés cuando vio la cruz, pues endulzó la amargura de la misma muerte! ¿Qué cosa puede haber tan desabrida y llena de hiel, que no se haga dulce con aquella dulcedumbre que hizo suave la muerte? San Andrés, hombre era semejante a nosotros, y pasible; pero tenía tan ardiente sed de la cruz, y con un gozo jamás oído estaba tan regocijado y como fuera de sí, que pronunció aquellas palabras tan dulces y amorosas. ¿Y nosotros nos quejaremos cuando el Señor nos haga participantes de su cruz?
Oración: Humildemente suplicamos a tu Majestad, oh Señor, que sea el bienaventurado san Andrés nuestro continuo intercesor para contigo, como fue en tu Iglesia predicador y gobernador Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.
(P. Francisco De Paula Morell, S. J., Flos Sanctorum)