SAN HUBERTO
Obispo y confesor
Dichoso aquél que no se condena él mismo
en lo que aprueba.
(Romanos 14, 22)
San Huberto, hijo de un duque de Aquitania y descendiente de Clodoveo, abandonó Eboín y fue a ofrecerse a Pipino de Heristal, duque de Austrasia. Hombre de mundo y gran cazador, un día vio una cruz luminosa entre los cuernos de un ciervo, en la floresta de Ardennes, y al mismo tiempo una voz celestial lo instó a convertirse y a ir a encontrar a san Lamberto, obispo de Maestricht. Hízolo así. Quedó viudo y se hizo ermitaño, fue en peregrinación a Roma y, finalmente, sucedió a san Lamberto. Con ardor infatigable trabajó por destruir el vicio y los restos de idolatría hasta en las florestas. Murió en el año 727, a edad muy avanzada, después de cerca de 20 años de episcopado.
MEDITACIÓN SOBRE LA BUENA Y LA MALA CONCIENCIA
I. No hay en este mundo placer comparable al que nos proporciona una buena conciencia. Si tienes esta dicha, ningún tormento es capaz de afligirte; si no la tienes, ninguna diversión puede verdaderamente regocijarte. Que se acuse al justo; que se lo maltrate: su conciencia le procurará más consuelo que el que podrían darle los aplausos del mundo entero.
II. No hay suplicio comparable al de la mala conciencia: es un acusador, un juez, un verdugo que persigue en todo lugar al culpable y que no perdona a nadie; la conciencia ataca a Herodes, a Nerón, a Teodorico y los hace temblar en medio de sus guardias. Nada es capaz de apaciguarla: te perseguirá hasta el fin de tu vida si no la descargas del peso que la agobia.
III. La mala conciencia continúa, después de esta vida, atormentando al pecador; lo sigue al juicio de Dios, lo acusa, lo confunde, desciende con él al infierno. Uno de los más grandes suplicios de los condenados es el gusano roedor que nunca muere. ¿Quieres evitarlo? Nada hagas en este mundo contra tu conciencia, escucha los reproches que te hace y sigue sus advertencias; nada podrá afligirte en este mundo ni en el otro. Nada más agradable, nada más seguro que una buena conciencia. Aunque el cuerpo sufra, aunque el mundo nos tiente, aunque el demonio nos espante, ella permanece tranquila.
El examen de conciencia
Orad por los pecadores
ORACIÓN
Haced, oh Dios omnipotente, que la augusta solemnidad de san Huberto, vuestro confesor pontífice, aumente en nosotros el espíritu de piedad y el deseo de la salvación. Por J. C. N. S. Amén.
Tomado: de Meditaciones del P. Grosez