3 de diciembre: SAN FRANCISCO JAVIER

Meditaciones

SAN FRANCISCO JAVIER

Confesor

Híceme flaco con los flacos, para ganar a los flacos.
Híceme todo para todos, para salvarlos a todos.
(1 Corintios 9, 22)

San Francisco Javier, nacido en Navarra en 1506, fue convertido en París por san Ignacio de Loyola y, en 1541, partió para las Indias y después llevó, era la primera vez que se lo hacía, al Japón la luz de la fe. Convirtió decenas de millares de almas, sanó inmenso número de enfermos, resucitó muertos y calmó tempestades. Su amor por los sufrimientos le hacía rehusar los consuelos del Cielo y desear las fatigas. En medio de las delicias con que el Señor inundaba su alma, exclamaba: ¡Basta!; y en sus sufrimientos: ¡Señor, dadme más! Murió en 1552, en la isla de Sancián, frente a la China en la que tanto había deseado predicar el Evangelio.

MEDITACIÓN SOBRE LA VIDA DE SAN FRANCISCO JAVIER

I. El amor de Dios, que san Francisco Javier había bebido en los Ejercicios espirituales de san Ignacio, de tal modo abrasaba su corazón, que su único deseo era trabajar en la extensión de su gloria. Amor divino, abierto está mi corazón, consumido con los ardores que abrasan el alma del gran Javier. En cuanto a vosotros, placeres de la tierra, desde ahora os dejo; hasta aquí me he consagrado al mundo, a sus vanos honores y a sus placeres falaces. Muy justo es amar sobre todas las cosas a Aquél en quien puedo encontrar el cumplimiento de mis deseos (San Euquerio)

II. El amor al prójimo le hizo emprender largos y penosos viajes para la conversión de las almas. Este amor lo condujo a los hospitales donde, para vencerse a sí mismo y aliviar a los enfermos, llevó el heroísmo hasta succionar el pus de sus úlceras. ¿Estoy yo animado del mismo celo y del mismo amor por el prójimo? ¿Qué hago para aliviar sus necesidades temporales y espirituales?

III. El amor a los sufrimientos le hizo desear quedar prisionero en China por el resto de sus días y padecer allí el martirio. Se privó de todos los placeres aun más inocentes y ejerció en su cuerpo muy grandes austeridades en expiación de sus pecados y de los del prójimo. ¡Qué cobarde que soy yo!, en los sufrimientos digo siempre: ¡Basta! y san Francisco Javier exclamaba: ¡Todavía más, Señor, más todavía! «Dios mío, no tengáis en cuenta mi repugnancia; aumentad mis sufrimientos, pero aumentad al mismo tiempo mi paciencia y mi amor».

El celo por las almas
Orad por la Compañía de Jesús

ORACIÓN

Oh Dios, que habéis querido unir a vuestra Iglesia los pueblos de la India mediante la predicación y los milagros del bienaventurado Francisco, concedednos, en vuestra misericordia, que imitemos las virtudes de aquél de quien hoy honramos los gloriosos méritos. Por J. C. N. S. Amén.

Tomado: de Meditaciones del P. Grosez

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