SAN RICARDO
Obispo y confesor
Bienaventurados los pobres de espíritu,
porque de ellos es el reino de los cielos.
(Mateo 5, 3)
San Ricardo, obispo de Chichester, insumía todas sus entradas en el alivio de los pobres. Quejose su intendente un día de que sus limosnas excedían a sus entradas; respondiole el Santo que no quedaba otro remedio que vender la vajilla y el caballo para equilibrarlas. Mostró Dios, mediante diversos milagros, cuánto le agradaba esta caridad. Un día el Santo alimentó a mil personas con un solo pan. Fundó asilos para sacerdotes ancianos y para pobres. Murió invocando a María y abrazando la cruz en el año 1253, en el noveno de su episcopado y a los 56 de edad.
MEDITACIÓN SOBRE LA POBREZA Y SOBRE LAS RIQUEZAS
I. Sea que Dios te haya hecho nacer pobre, o que tú mismo te hayas despojado de tus bienes para abrazar la pobreza religiosa, ama tu pobreza. Sé verdaderamente pobre de espíritu y reprime todo deseo inquieto de poseer; espera la herencia que Dios te promete, es decir, la posesión de su gloria. No busques otro tesoro que la gracia de Dios; poseyéndola poseerás a Dios mismo y serás feliz. Quien posee a Dios, ¿no es acaso suficientemente rico?
II. Si estás en una situación intermedia entre la opulencia y la pobreza, no trates de elevarte. Mira a los que son más pobres que tú, y estarás contento de tu medianía; darás gracias a Dios de que te haya puesto en el estado que anhelaba Salomón cuando decía: Señor, no me deis ni la pobreza ni la riqueza; concededme sólo lo que necesito para mi subsistencia (Proverbios).
III. Si eres rico, mantente alerta; las promesas de Jesucristo no son para ti. Si tu corazón está adherido a tus riquezas, corres riesgo de perder el cielo. ¡Ah!, ¡cuán difícil es no amar lo que se posee! ¿Cómo menospreciarás aquello que te obtiene estima y consideración? ¡Oh ricos, cuán peligrosa es vuestra condición! ¡Cuán de temer que, por haber gozado de los bienes de la tierra, no seáis privados de los bienes del cielo!
El amor al prójimo
Orad por los pobres
ORACIÓN
Haced, oh Dios omnipotente, que la augusta solemnidad del bienaventurado Ricardo, vuestro confesor y pontífice, aumente en nosotros el espíritu de piedad y el deseo de la salvación. Por J. C. N. S. Amén.
Tomado: de Meditaciones del P. Grosez