29 de marzo
Santos Jonás y Baraquisio, hermanos, mártires
(† 327)
Al tiempo que Sapor, rey de Persia, perseguía cruelísimamente a los cristianos, vivían en una aldea llamada Jasa dos hermanos llamados Jonás y Baraquisio, los cuales llegando a la villa que se llama Bardiaboth, fueron a visitar a los cristianos que estaban presos y hallaron nueve que estaban ya condenados a muerte.
Y viéndolos muy atormentados y maltratados, les dijeron: “Hermanos, no temamos cosa alguna; en nombre de nuestro Jesús crucificado, sustentemos una batalla para alcanzar la sempiterna corona”. Animados con estas palabras los santos presos, padecieron el martirio y recibieron la palma y vestidura inmortal de la gloria.
Después de esto fueron acusados los dos santos hermanos ante unos crueles magos que hacían oficio de jueces, los cuales les intimaron obediencia al rey, y reverencia al sol, al fuego y al agua. “No tengo que ver, dijo Jonás, con el sol, luna ni estrellas, ni con el fuego ni el agua, que son vuestros dioses, ni es Sapor ningún rey inmortal para que se haya de obedecer más eme al verdadero Dios. Sólo creo en el Padre, Hijo y Espíritu Santo verdadera Trinidad que conserva todo el universo”. Mucho se enojaron los magos oyendo esto; y luego mandaron que le atasen un pie a una cuerda y lo pusiesen desnudo al hielo toda la noche.
Venido el día siguiente, llamaron a Baraquisio, a quien tenían apartado de su hermano, y le dijeron que por qué no sacrificaba a los dioses como ya lo había hecho su hermano Jonás. San Baraquisio dijo: “Lo que ha hecho mi hermano haré también yo”: y añadió que mentían en todo, porque la verdad a quien seguía, no le dejaría a su hermano hacer un nefando sacrificio. Irritáronse los mentirosos jueces con esta respuesta, y para que no hablase más, le hicieron beber plomo derretido, y le volvieron a la cárcel donde le tuvieron colgado de un pie.
Trajeron luego ante sí a Jonás y y dijéronle: “¿Cómo te ha ido esta noche con la helada? Tu hermano Baraquisio ha negado a tu Dios, y tú, obstinado, ¿aún te estás en tu parecer?”. Respondió el mártir: “Creedme, reales príncipes, que jamás mi Dios me había dado noche tan sosegada y tan buena; y sé también para mi consuelo, que mi hermano ha negado al demonio y que ha estado firme en Cristo”.
Mandaron traer los magos un husillo y prensa y le prensaron como hacen con el orujo, rompiéndole todos los huesos, y de esta manera el invictísimo y glorioso Jonás entregó su bendita alma al Señor, Concluido esto atormentaron de varias maneras a su hermano Baraquisio metiéndole agudas cañas por las carnes, apretáronle después en la prensa, y le echaron pez derretida en la garganta, y con esto alcanzó como su hermano la gloria del martirio.
Reflexión: ¿Has observado cómo en el combate de estos dos santos hermanos querían aquellos impíos jueces apartarles de la fe con embustes y mentiras? Propias han sido siempre estas armas de los enemigos de Dios; mas los fieles servidores de Cristo los vencieron con su cristiana entereza. ¿Por qué, pues, has de hacer algún caso de las falsas razones que ahora vuelven a traer los impíos y herejes para desquiciar a los católicos de la verdadera fe? ¿Por ventura no merece mayor crédito Jesucristo, Señor nuestro, que todos los hombres falibles y miserables de este mundo? ¿No vale más el testimonio de la Iglesia que el de toda la turba de los impíos ignorantes y viciosos?
Oración: Concédenos, Señor, que así como reconocemos tu fortaleza soberana en la confesión de tus gloriosos mártires Jonás y Baraquisio, así experimentemos su poderosa intercesión ante el acatamiento de tu divina Majestad. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
(P. Francisco De Paula Morell, S. J., Flos Sanctorum)