SAN PEDRO NOLASCO
Confesor
Nadie tiene amor mayor
que el que da su vida por sus amigos.
(Juan 15, 13)
San Pedro Nolasco fue toda su vida un modelo de caridad. Consagró su fortuna entera al rescate de los cristianos que caían en manos de los infieles. La Santísima Virgen se le apareció y le ordenó fundara una orden cuya principal finalidad sería la de ejercer la caridad para con los pobres cautivos. Emprendió el Santo la obra y a la nueva orden llamola de la Merced. Murió el día de Navidad del año 1256.
MEDITACIÓN SOBRE LA VIDA DE SAN PEDRO NOLASCO
I. El primer efecto de la caridad de nuestro santo fue consagrar todos los bienes al alivio de los desventurados; por ahí debes comenzar a imitarlo. ¿Qué has hecho hasta ahora para aliviar a tu prójimo en sus necesidades? ¿Qué puedes hacer? Por lo menos ruega a Dios por él si no puedes hacer más. Sufre con paciencia las imperfecciones de los demás.
II. El segundo efecto de su caridad fue obligarse, con voto, a sacrificar su libertad, si era necesario, para el rescate de los cautivos. ¿Cómo comprometerías tu libertad por el prójimo, tú, que le rehúsas una moneda? Sin embargo, por ti ha pagado Jesús y quiere que le pagues lo que le debes, en la persona del prójimo. Visita a los encarcelados, consuela a los afligidos y cuídate de no afligir a nadie con tus palabras o tu mal humor. Esa persona a quien menosprecias es más cara a Jesús que el mundo entero.
III. El propósito principal de este ilustre fundador fue arrancar de la perdición eterna las almas de los cristianos a quienes el tedio de una prolongada cautividad invita a renegar de la fe; así quería, al mismo tiempo, salvar el cuerpo y el alma de esos desventurados. La mejor caridad que puedes hacer a tu prójimo es contribuir a la salvación de su alma; no pierdas ocasión alguna de hacerlo, todas son preciosas.
La caridad para con el prójimo
Orad por los pobres cautivos
ORACIÓN
Oh Dios, que enseñasteis a san Pedro Nolasco a imitar vuestra caridad, inspirándole fundara en vuestra Iglesia una nueva familia para el rescate de los cautivos, concedednos por su intercesión que, libres de la servidumbre del pecado, gocemos en el cielo de libertad perpetua. Por J. C. N. S. Amén.
Tomado: de Meditaciones del P. Grosez