SAN AGUSTÍN
Obispo, confesor y doctor de la Iglesia
Por la gracia de Dios soy lo que soy,
y su gracia no ha sido estéril en mí.
(1 Corintios 15, 10)
San Agustín, hijo de un pagano de Numidia, que se convirtió al final de su vida, enseñó primero brillantemente retórica en Cartago, Roma y Milán, donde la lectura de un pasaje de san Pablo lo convirtió y donde san Ambrosio lo bautizó. De vuelta a África, después de haber perdido a santa Mónica, su madre, en Ostia, retirose a la soledad, y después fue ordenado sacerdote y llegó a ser obispo de Hipona. Entró en correspondencia con san Jerónimo y fue el azote de los herejes. Toda su vida lloró su juventud hasta humillarse por ella en el libro Las confesiones. Su poderoso genio y su maravillosa ciencia brillan sobre todo en su célebre obra La ciudad de Dios. Murió en su ciudad episcopal cercada por los vándalos, en el año 430, a la edad de 75 años.
MEDITACIÓN SOBRE LA VIDA DE SAN AGUSTÍN
I. Este gran santo resistió hasta la edad de 32 años las inspiraciones de la divina gracia. ¿Acaso yo mismo no he resistido a la gracia? ¿Cómo pasé yo mi juventud? ¿He comenzado por fin a amar a Dios con amor profundo y sincero? ¡Cuántas veces he endurecido mi alma y he menospreciado el llamado del Señor! Comencemos a darnos a Dios. Ah, Señor, tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé (San Agustín).
II. San Agustín, primero pecador y hereje, llegó a ser después un gran santo; renunció a sus errores y fue durante todo el resto de su vida, el hijo dócil de aquella gracia que había perseguido. ¿A qué se debe que no imite yo a san Agustín en su penitencia ya que lo imité en sus desórdenes? ¿Qué he de esperar de los afanes que me tomo por lucir en el mundo? Habré de morir y abandonar esos honores y esas riquezas; y, ¿en qué pararé si no estoy en estado de gracia cuando Dios me llame para dar cuenta de mi vida? ¿A qué fin tienden todos nuestros trabajos? ¿Qué buscamos? (San Agustín).
III. San Agustín fue el doctor de la gracia; la defendió contra los herejes, explicó su naturaleza y descubrió sus maravillosos efectos. Enseña tú a los demás por qué medios podrán recuperar la gracia de Dios: trabaja en la conversión de los pecadores. Sé tú, a tu vez, discípulo de la gracia si no puedes ser su doctor; estudia los movimientos que imprime a tu corazón, escucha lo que ella te inspira, obedécela fielmente. Si no haces a la gracia inútil en ti, producirá frutos abundantes (Orígenes).
El deseo de la conversión
Orad por las órdenes religiosas
ORACIÓN
Dios omnipotente, escuchad benigno nuestras súplicas y puesto que os servís permitirnos esperar en vuestra bondad, dignaos, por la intercesión del bienaventurado Agustín, vuestro confesor pontífice, derramar sobre nosotros la abundancia de vuestra inagotable misericordia. Por J. C. N. S. Amén.
Tomado: de Meditaciones del P. Grosez