26 de agosto
San Zeferino, papa y mártir
(† 220)
El celosísimo pastor de la Iglesia y glorioso mártir de Cristo, san Zeferino, nació en Roma de familia patricia, y fue hijo de Abundio, caballero noble y cristiano. Por sus letras, y sobre todo por sus loables y santas costumbres, fue recibido y contado entre el clero de la iglesia de Roma, y habiendo padecido el martirio el papa san Víctor, pasaron los fieles once días en oraciones, vigilias y ayunos para acertar en la elección del nuevo pontífice que había de sucederle, al fin de los cuales vieron al Espíritu Santo que en figura de paloma posaba sobre la cabeza de san Zeferino.
El primer año de su pontificado, que fue el décimo del imperio de Severo, se levantó una de las más recias persecuciones contra la Iglesia; señaladamente contra los fieles de Roma, que en crecidísimo número y de todos estados y condiciones habían abrazado la fe. Corría con abundancia todos los días la sangre de los mártires; las cárceles estaban llenas de confesores de Cristo, y las cavernas, de cristianos amedrentados por el furor de los perseguidores: y nuestro santo pontífice, ajeno de todo temor, de día y de noche los visitaba en sus casas, en las cárceles y en las catacumbas, animándolos, dándoles limosnas y fortaleciéndolos con los sacramentos.
Nueve años duró esta terrible persecución, hasta que con la muerte del impío Severo, volvió la Iglesia a gozar de paz. Mas entonces comenzaron a turbarla algunos herejes. Uno de aquellos fue Práxeas, que, venido de Asia, negaba la santísima Trinidad y decía que la persona del Padre era la que había padecido muerte y pasión, y por esto los herejes que le seguían, se llamaban Patri passianos.
Confundió el papa san Zeferino al heresiarca; el cual abjuró sus errores; pero como los que son cabezas de alguna secta casi nunca se convierten de veras, habiendo pasado Práxeas a África volvió a sus desvaríos, y murió desastrosamente como hereje. También afligió al santo pontífice el hereje Natal, que llevado de torpe avaricia se hizo cabeza de los Teodorianos, aunque después se arrepintió de sus culpas y perseveró fiel hasta la muerte. No sabemos por cosa tan segura la conversión de Tertuliano, que, llevado de su natural austero, desobedeció a los decretos suaves del santo pontífice.
Finalmente ordenó este santo que en el sacrificio de la misa no se consagrase ya en cálices de madera, sino de vidrio, aunque después se determinó que por el peligro de quebrarse, fuesen de oro o plata, o a lo menos de estaño. Mandó también que todos los fieles comulgasen el día de Pascua, y que celebrando el obispo se hallasen presentes siete sacerdotes: y después de haber gobernado la Iglesia de Dios por espacio de diez y ocho años, lleno de días, trabajos y méritos, alcanzó la gloria del martirio y fue sepultado en el cementerio de Calixto en la vía Apia.
Reflexión: Leemos en la Historia de Eusebio, que solía decir san Zeferino que más temía a los herejes que a los sangrientos perseguidores: porque en efecto la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos; pero la doctrina herética es cáncer que corroe la Iglesia: la sangre de los mártires es savia que da nuevo vigor a la fe; la herejía es una tisis maligna que mata la fe o la deja flaca y sin fuerzas: y en fin la persecución sangrienta sólo da la muerte a los cuerpos; pero la herejía mata las almas y les quita la vida eterna.
Oración: Rogámoste, oh Dios omnipotente, que nos concedas la gracia de aprovecharnos de los ejemplos de tu bienaventurado pontífice y mártir Zeferino, de cuyos merecimientos nos gozamos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
(P. Francisco De Paula Morell, S. J., Flos Sanctorum)
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