25 de noviembre: Santa Catalina

Santa Catalina de Alejandría
Santa Catalina de Alejandría

25 de noviembre

Santa Catalina, virgen y mártir

(† 307)

La virgen santa Catalina, esclarecida lumbrera de la filosofía cristiana, y mártir de Jesucristo, nació en Alejandría de Egipto; y como se dice en el Monólogo del emperador Basilio, fue de sangre real. Criáronla sus padres en la verdadera fe: y como era avisada y de alto entendimiento, fue también enseñada en todas las letras de la filosofía humana, que en el tiempo florecían en la ciudad de Alejandría.

Tenía la santa doncella unos diez y ocho años, cuando el emperador Maximino II vino a Alejandría para inaugurar ciertas fiestas y regocijos en honra de los dioses del imperio, y hacer burla y escarnio de los misterios cristianos. Indignose Catalina al ver aquella pública profanación; y movida del espíritu de Dios, y llegándose a los paganos que celebraban aquellas sacrílegas bacanales, con gran libertad les reprendió y afeó las cosas que hacían.

Acusáronla, pues, delante del emperador, el cual mandó prenderla y traerla a su presencia. Diole ella razón de sí y de su fe con tan singular sabiduría, elocuencia y gracia, que el emperador, pasmado la estaba mirando: y admirado de ver su incomparable hermosura, y oír la fuerza y peso de sus razones, a las cuales él no supo qué responder, entendiendo que para convencer a Catalina, era menester más ciencia que la suya, y para salir de aquel aprieto, la mandó callar, y ordenó que la echasen en la cárcel, donde pasó la santa algunos días sin comer bocado.

Entretanto, llamó el emperador a algunos varones, los más sabios y elocuentes que había en Alejandría, para que, disputando con la santa doncella, la convenciesen. Juntáronse, pues, los más sabios filósofos de la escuela de Alejandría; y concurrió toda la ciudad a aquel espectáculo tan nuevo y maravilloso, en que los hombres tenidos por la flor de la sabiduría disputaron con una doncella cristiana en presencia del emperador.

Santa Catalina deshizo todos sus argumentos, y les dejó tan confusos, que muchos de los presentes se convencieron de la verdad de la fe, y se hicieron cristianos: por lo cual el emperador Maximino, pareciéndole que ser vencido de una delicada doncella, era menoscabo suyo, mandó que fuese despedazada en una máquina de dos ruedas sembradas de clavos. Comenzando los sayones a mover aquellas ruedas, de repente se destrabaron y rompieron. Entonces mandó el tirano, que la santa virgen fuese degollada. Fue trasladado su sagrado cuerpo por ministerio de los ángeles, al monte Sinaí.

Reflexión: ¿Puede concebirse mayor firmeza en la fe, y mayor pureza en las costumbres, que la firmeza y pureza con que brilló la angelical virgen y mártir Catalina? Admirable fue la celestial sabiduría con que confundió a los sabios del gentilismo: pero no fue menos admirable la constancia con que, en todo tiempo, se abstuvo de las licenciosas diversiones paganas. Sí: la firmeza en las costumbres no es menos necesaria que la doctrina: y así como el dejarse llevar por toda clase de doctrinas, es señal de fe vacilante, así también es piedad vacilante el gobernarse por la costumbre y por el respeto humano. ¿Deseas ser constante en la virtud? Pon, como Catalina, el fundamento de tu edificio espiritual en Jesucristo; y entonces podrás resistir virtuosamente a todas las contrariedades.

Oración: Oh Dios, que diste la Ley a Moisés en la cumbre del monte Sinaí, y dispusiste fuese enterrado en el mismo lugar, por ministerio de tus santos ángeles, el cuerpo de tu bienaventurada Catalina; suplicámoste nos concedas que por sus merecimientos e intercesión podamos llegar al monte que es Jesucristo. Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

 

(P. Francisco De Paula Morell, S. J., Flos Sanctorum)

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