SAN TIMOTEO
Obispo y mártir
Predica la palabra de Dios,
insiste con ocasión y sin ella, reprende, ruega,
exhorta con toda paciencia y doctrina.
(2 Timoteo 4, 2)
He aquí un obrero apostólico formado por la mano de san Pablo: es Timoteo, su discípulo, su coadjutor en la predicación del Evangelio, el heredero de su celo y el imitador de sus virtudes. Fue masacrado por reprender a los gentiles sus insensatas supersticiones. ¡Gran santo, inspíranos el espíritu del Apóstol de las gentes; enséñanos a santificarnos y a convertir a los demás!
MEDITACIÓN SOBRE LOS TRES EFECTOS DEL CELO POR LAS ALMAS
I. Aunque no todos los cristianos sean apóstoles, deben, con todo, tener celo por la salvación del prójimo. Pero a fin de que ese celo esté bien ordenado, cada uno debe comenzar por convertirse a sí mismo. Tú tienes celo por la conversión de tus parientes, de tus amigos, de tus servidores; les adviertes caritativamente sus faltas; este celo es digno de alabanza; pero, si no te adviertes a ti mismo, es indiscreto; mira si no tienes los defectos que reprochas a los demás.
II. Contribuye todo lo que puedas con tus palabras a la salvación de los demás. Jesucristo no tuvo a menos conversar con los niñitos ni con la Samaritana para mostrarles el camino del cielo. Una buena palabra que digas a ese pariente, a ese amigo, a ese servidor, ganará su alma para Dios. Jesucristo ha derramado toda su sangre para rescatar esa alma, ¿y tú no quieres decir una palabra para impedir que se condene? ¿Dónde está tu caridad?
III. ¿Quieres ser un verdadero apóstol? Predica con tus actos. Lleva una vida ejemplar; más conmoverás cuando te vean que oyendo al más famoso de los predicadores; tu modestia detendrá aun a los más libertinos. ¿Cuántas ocasiones de trabajar por el prójimo dejas escapar? Es seguro —dice san Gregorio— que Dios te pedirá cuenta del alma de tu prójimo si descuidas trabajar en su salvación en la medida en que lo puedas.
El celo por las almas
Orad por los eclesiásticos
ORACIÓN
Dios todopoderoso, ved cómo pesa sobre nosotros la carga de nuestras propias obras, y fortificadnos por medio de la gloriosa intercesión de san Timoteo, vuestro mártir y pontífice. Por J. C. N. S. Amén.
Tomado: de Meditaciones del P. Grosez