24 de enero
San Timoteo, obispo y mártir
(† 93)
Nació este apostólico varón y mártir de Cristo en Licaonia, de padre gentil y de madre judía.
Viniendo san Pablo con san Bernabé a Listra, entre otros que se convirtieron a la fe, fue uno Timoteo, cuyos padres hospedaron a los apóstoles en su casa, y les entregaron a su hijo, mozo de buen ingenio y bien inclinado; y el apóstol san Pablo le tomó en su compañía y le tuvo por hijo y discípulo amantísimo, enseñándole aquella doctrina que él había aprendido en el tercer cielo, y llevándole consigo en sus peregrinaciones, como compañero suyo muy amado.
Llámale en sus Epístolas, hermano, hijo carísimo en el Señor, ministro de Dios y coadjutor suyo en el Evangelio. Y en algunas de ellas, pone la salutación: Paulo y Timoteo, siervos de Jesucristo, como si fueran aquellas Epístolas de ambos y no de sólo san Pablo.
Mas aunque san Timoteo fue tal como le pinta el mismo Apóstol de las Gentes, no por eso se descuidaba de sí, antes era más humilde y penitente: y padeciendo mucha flaqueza de estómago y otras enfermedades, bebía agua con tanto rigor, que fue menester que el mismo apóstol le mandase que bebiese un poco de vino, porque así convenía a su salud.
Después de haber participado de las fatigas apostólicas de san Pablo en Macedonia, Asia, Grecia, Acaya, Palestina y Roma, fue nombrado obispo de Éfeso en lugar de san Juan Evangelista a quien el emperador Domiciano había desterrado a la isla de Patmos: mas no vivió san Timoteo muchos años en aquella silla: porque haciendo allí una fiesta los gentiles, en la cual, enmascarados, usaban de una bárbara crueldad contra los hombres y mujeres que topaban por las calles, dándoles muchos golpes con unas mazas, y matando a algunos de ellos, pensando que con aquel sacrificio aplacaban a los dioses; el santo obispo les reprendió y procuró apartar de aquella sacrílega locura; y fue tanto lo que se enojaron contra él, que le arrojaron todo lo que les venía a las manos; y asiendo de él con gran crueldad y fiereza, le arrastraron y le dejaron por muerto. Los cristianos acudieron y le hallaron boqueando, poco después dio su espíritu al Señor.
Su cuerpo fue sepultado en un lugar llamado Pión, con gran sentimiento y devoción de los fieles, hasta que el emperador Constancio, hijo del gran Constantino, trasladó sus reliquias a un templo que edificó en honra de los apóstoles; y el emperador Justiniano le acrecentó, y le hizo más suntuoso y magnífico. San Ignacio en una epístola que escribe a los de Éfeso, les dice: “Vosotros habéis conversado con Pablo y con Juan y con el fidelísimo Timoteo”. Y en otra carta, que escribe a los de Filadelfia, dice “que Timoteo se debía contar entre el número de los santísimos varones, que en virginidad y pureza pasaron su vida”.
Reflexión: Con sangre selló el Hijo de Dios su Evangelio, con sangre lo sellaron sus santos apóstoles, con sangré lo sellaron sus discípulos, como el glorioso san Timoteo, y con sangre de millones de mártires se propagó sobre toda la tierra. Parece pues imposible que haya cristianos que adoren la cruz sangrienta de Cristo, y al mismo tiempo los ídolos del interés terrenal y del placer sensual, como los gentiles y los moros. No quieras tú gozar antes de tiempo. Mira el santo crucifijo como modelo de los predestinados, y oye al apóstol san Pablo que dice: Si nos crucificamos con Cristo, reinaremos con Cristo en su gloria.
Oración: Oh Dios omnipotente, mira con ojos piadosos nuestra flaqueza, y pues nos oprime el peso de nuestros pecados, alívianos de él, por la gloriosa intercesión de tu bienaventurado mártir Timoteo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
(P. Francisco De Paula Morell, S. J., Flos Sanctorum)