22 de julio
Santa María Magdalena
(† hacia el 66)
La bienaventurada María Magdalena, espejo de penitencia y fervorosísima discípula de Cristo, era hermana de san Lázaro y de santa Marta.
Usando mal de la libertad que tenía por ser muertos sus padres, y viéndose noble, rica y hermosa, comenzó a darse a los gustos y deleites del mundo, de manera que vino a tener escandalizada toda la ciudad, en tanto grado, que la llamaban la pecadora.
Dice el Evangelio que el Señor echó de ella siete demonios, por los cuales entienden algunos santos los pecados y vicios de que el Salvador la libró Porque sabiendo ella que Jesús estaba convidado a la mesa de un rico fariseo llamado Simón, tomó un vaso de ungüento precioso en las manos y entró en aquella casa, y derribada a los pies del Salvador, comenzó a derramar lágrimas tan copiosas, que bastaron para regar los pies de Cristo, y luego los limpió con los cabellos, los besó y ungió con aquel precioso ungüento.
Y como el fariseo juzgase que no debía de ser profeta quien se dejaba tocar de aquella pecadora, le reprendió el Señor, y dio a la Magdalena un jubileo plenísimo y remisión de todos sus pecados, enviándola con paz y alegría a su casa.
De allí en adelante comenzó la santa a emplear su caudal, su persona y hacienda en servicio de Jesucristo. Hospedábale con sus hermanos Lázaro y Marta, y habiendo Lázaro caído malo, enviaren las dos hermanas a Jesús un mensajero que le dijese: “Señor, el que vos amáis está enfermo”. Vino el Señor a Betania muy tarde y cuando Lázaro estaba ya muerto y sepultado.
Y viendo Jesús las lágrimas de amor y dolor de las dos hermanas, se enterneció y lloró con ellas, y resucitó a Lázaro de cuatro días muerto. Celebraron este gran prodigio haciendo un convite a Lázaro resucitado, el cual comía a la mesa, con Jesús y muchos judíos convidados, y con esta sazón ungió otra vez María los pies del Salvador.
Acompañole después en su sagrada Pasión, perseverando al pie de la cruz y ungiendo con aromas el santísimo cadáver de- Jesucristo, y en recompensa de tanto amor fue entre los testigos de la Resurrección que menciona el Evangelio, la primera que vio al Señor resucitado y glorioso. Y parece cosa sin duda que también se halló la santa a la subida de Cristo a los cielos, y en la venida del Espíritu Santo.
Finalmente, en la persecución que se levantó después de la muerte de san Esteban, María, Lázaro y Marta, con otros discípulos del Señor, fueron puestos en un navío sin velas ni remos, para que pereciesen en el mar.
Mas aportando en Marsella, con el admirable ejemplo de su vida y palabras de cielo y milagros que hacían, convirtieron aquella provincia a la fe de Cristo, y se dice que san Lázaro fue obispo de Marsella, y la Magdalena se retiró a una soledad donde pasó treinta años muy consolada del Señor, hasta que su alma bendita fue llevada al cielo por los santos ángeles.
Reflexión: Es mucho para notar (como observa san Crisóstomo) que santa Magdalena fue la primera que vino al Señor para alcanzar el perdón de sus culpas, usando de todas las cosas que le habían sido instrumento de pecado, para hacer de ellas remedios contra el pecado; porque de los ojos con que cautivaba antes las almas hizo fuentes para lavar la suya; de los cabellos hizo lienzo para limpiarla; de la boca hizo portapaz para recibir la de Cristo; y del ungüento hizo medicina para curarse. Imitemos este ejemplo, y si de los dones que hemos recibido de Dios hemos hecho instrumentos para ofenderle, usemos ahora de ellos para servirle y amarle.
Oración: Suplicámoste, Señor, que seamos ayudados por la intercesión de la bienaventurada María Magdalena, a cuyos ruegos resucitaste a su hermano Lázaro, de cuatro días muerto. Tú que vives y reinas por todos los siglos de los siglos. Amén.
(P. Francisco De Paula Morell, S. J., Flos Sanctorum)