SAN BERNARDINO DE SIENA
Confesor
En todas las cosas muéstrate dechado de buenas obras,
en la pureza de la doctrina, en la integridad de vida,
en la gravedad de conducta.
(Tito 2, 7)
La modestia y la pureza de san Bernardino eran tan continuas, que toda conversación indecente cesaba acercándose él. Todos los días visitaba una capilla de la Santísima Virgen, diciendo que iba a ver a su Madre. Abandonó el mundo para combatirlo y durante dieciséis años ni un día pasó sin predicar. La devoción que tenía al Nombre de Jesús hacía que lo llevara siempre sobre su corazón. Murió en el año 1444.
MEDITACIÓN SOBRE LA VIDA DE SAN BERNARDINO
I. Desde tierna edad descolló por un gran amor a la pureza. Su modestia era un freno que retenía a los más disolutos. Reprendía modestamente a los que tenían conversaciones indecentes. ¿Qué haces tú cuando delante de ti se pronuncian palabras demasiado libres? Si tienes autoridad sobre el culpable, repréndele su falta; si no, que tu silencio y tu actitud severa se lo hagan comprender. ¿Se podría decir de ti lo que Tertuliano decía de sí mismo: Mi sola presencia hace avergonzar al vicio?
II. Todos los días visitaba el Santo una capilla de la Santísima Virgen. ¿Qué devoción practicas tú en honor de María? Te has comprometido a servirla; sé, pues, fiel en observar lo que le has prometido y no pases ni un solo día sin tributarle tus homenajes, sea en una de sus iglesias, sea en tu casa, ante su imagen. Jesús nada rehúsa a María, y María nada rehúsa a sus servidores.
III. Tenía el Santo una singular devoción al Nombre de Jesús: sin cesar lo pronunciaba y lo llevaba escrito sobre su corazón. Pronuncia tú, a menudo, este adorable Nombre, pero hazlo con devoción. En tus tristezas y tentaciones sírvete de él como de un escudo y de una espada para rechazar y vencer al demonio. ¡Cuán dulce y consolador es el Nombre de Jesús! ¿Estás triste? Llama a Jesús en tu corazón. Que de tu corazón pase su Nombre a tus labios y la nube se disipará (San Bernardo).
La modestia
Orad por los predicadores
ORACIÓN
Señor Jesús, que habéis concedido a san Bernardino, vuestro confesor, un amor tan grande por vuestro Santo Nombre, dignaos, por sus méritos y su intercesión, difundir en nosotros el espíritu de vuestra divina caridad. Vos que, siendo Dios, vivís y reináis por los siglos de los siglos. Amén.
Tomado: de Meditaciones del P. Grosez