SAN FRANCISCO DE PAULA
Confesor
El mayor de entre vosotros, pórtese como el menor.
(Lucas 22, 26)
San Francisco de Paula, fundador de la Orden de los Mínimos, abandonó el mundo a la edad de quince años para vivir en la soledad. Su fama de santidad muy pronto le atrajo gran número de compañeros. Los soberanos pontífices lo tuvieron en gran estima. El rey Luis XI, al fin de su vida, lo hizo ir a la corte, con la esperanza de recobrar la salud por su intercesión. Sanó a gran número de enfermos y obró una multitud de otros milagros. Murió en 1507 a la edad de 91 años.
MEDITACIÓN SOBRE LAS TRES PRINCIPALES VIRTUDES DE SAN FRANCISCO DE PAULA
I. Tanta fue la caridad de san Francisco de Paula, que quiso que la divisa de su orden fuese: Caridad. Dio prueba de su amor a Dios dejando todo para agradarle, despreciando todos los placeres, y buscando sólo su gloria en todo. Mostró su amor por el prójimo curando a los enfermos y trabajando con ardor en la salvación de las almas. ¿Cómo imitas tú la caridad de este santo?
II. El aborrecimiento que tenía a su cuerpo lo hizo abrazar un género de vida severísimo: se alimentaba sólo con aquello que se permite en la cuaresma, rigurosísima en su tiempo. Quiso que sus hijos se obligasen por un cuarto voto a practicar la misma austeridad. Un día este santo condenará tus refinamientos y tus excesos. ¡Su vida fue una continua cuaresma y tú no la puedes observar una vez al año! Si pensases en la hiel y el vinagre que ofrecieron a Nuestro Señor en la cruz y en el amargo brebaje que se destina en el infierno para los hombres sensuales, pronto te corregirías de tu glotonería.
III. Durante toda su vida manifestose su humildad; quiso pasar desconocido ante los hombres; fue menester una orden expresa del Papa para obligarlo a ir a la corte de Luis XI. El nombre de mínimos, que dio a sus hijos, deja ver a las claras el particular amor que profesaba a esta virtud. Imitando el ejemplo de este santo, huye de la vanidad en la medida en que vayas siendo mejor: los otros vicios se desarrollan a fuerza de vicio, la vanidad hace su pedestal con la virtud misma (San Euquerio).
La caridad
Orad por el Papado
ORACIÓN
Oh Dios, grandeza de los humildes, que habéis ensalzado al bienaventurado Francisco, vuestro confesor, a la gloria de la santidad, haced, os lo suplicamos, que por sus méritos y mediante la imitación de sus virtudes alcancemos felizmente las recompensas prometidas a los humildes. Por J. C. N. S. Amén.
Tomado: de Meditaciones del P. Grosez