2 de abril
San Francisco de Paula, fundador
(† 1508)
El humildísimo y gloriosísimo fundador de la sagrada religión de los Mínimos, san Francisco de Paula, nació en una villa de Calabria, llamada Paula, de padres pobres, y fue hijo de oraciones, por lo cual cuando llegó el niño a los trece años le consagraron a Dios en la religión de san Francisco de Asís.
A los catorce años hizo su peregrinación a Asís y a Roma, y volviendo a su patria, se retiró a una heredad de sus padres, y luego a una gruta que halló cerca del mar, donde imitó la vida austerísima de los solitarios de Tebaida.
A los diez y nueve años edificó un monasterio en cuya fábrica, hasta los nobles mancebos y damas principales le ayudaban, llevando por devoción al santo espuertas de arena.
Allí hizo brotar una fuente de agua, de la cual tenían necesidad los operarios; allí metiose en un horno de cal y cerró las grietas de él sin recibir lesión del fuego; allí detuvo un gran peñasco que amenazaba desplomarse sobre el convento; allí le trajeron un nombre para que el santo le curase la pierna, y el santo mandó al enfermo que no se podía menear, que cargase con un andamio, como lo hizo.
Es imposible decir los grandes milagros que obró en el resto de su vida, porque no parecía sino que le había hecho Dios, señor de todas las criaturas y que todas ellas le obedecían, el fuego, el aire, el mar, la tierra, la muerte, los hombres y los demonios.
Profetizó la toma de Constantinopla; mandó en nombre de Dios al Rey de Nápoles tomar las armas contra los Turcos y echarlos de Calabria; y aseguró al rey católico don Fernando la gloriosa conquista de Granada.
Suplicó el rey de Francia, Luis XI, al Papa Sixto IV que san Francisco de Paula lo fuera a ver, pensando alcanzar de su mano la salud. Fue el santo por obediencia y dijo al rey: “Vuestra Majestad me ha llamado para que le alargue la vida, y el Señor me ha traído para disponerle a una santa muerte”. Y así cada día pasaba el rey dos o tres horas en sabrosas pláticas con el santo, hasta que tuvo la dicha de morir en sus brazos.
Nunca quiso el humildísimo san Francisco de Paula ordenarse de sacerdote y a sus religiosos llamó con el nombre de Mínimos. Finalmente, habiendo dejado el admirable Patriarca escritas tres reglas, una para sus frailes, otra para las monjas y otra para los que se llaman Terceros, siendo ya de noventa y un años se hizo llevar a la Iglesia, y con los pies descalzos y una soga al cuello, recibió el santísimo Viático, y el día siguiente en viernes, a las tres de la tarde, levantadas las manos y ojos al cielo, expiró como Jesucristo, diciendo: “En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu”. Estuvo el cuerpo once días expuesto a la veneración de los fieles, entero, fresco y despidiendo de sí un olor celestial y suavísimo.
Reflexión: Mira cuan humilde fue san Francisco Paula y cuan soberbio eres tú. Y con todo, él era un ángel y tú eres un abominable pecador; él hacía grandes milagros y tú eres por ventura un portento de malicia; él humillaba su carne con ásperas penitencias y mandó que sus frailes se obligasen a perpetua abstinencia cuaresmal; y tú procuras regalar cuanto puedes tu carne pecadora; él ardía en el amor divino, y por esto quiso que la caridad que abrasaba su pecho fuese el símbolo de su orden sagrada; y tú que jamás has sabido amar a Dios, y que sólo sabes ofenderle, ¿osarás levantar los ojos al cielo?
Oración: ¡Oh, Dios!, que ensalzas a los humildes, y sublimaste a la gloria de los santos, al bienaventurado confesor Francisco, rogámoste nos concedas que por sus méritos y la imitación de sus virtudes alcancemos la dichosa recompensa prometida a los humildes. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
(P. Francisco De Paula Morell, S. J., Flos Sanctorum)