SAN PASCUAL BAYLÓN
Confesor
Donde está vuestro tesoro,
allí también estará vuestro corazón.
(Lucas 12, 34)
Nació san Pascual de padres piadosos, pero tan pobres, que no pudieron enviarlo a la escuela. Encargado de cuidar los rebaños, tomaba consigo un libro y rogaba a las personas que encontraba le enseñasen sus letras por amor a Dios. Por este medio en poco tiempo llegó a leer y se perfeccionó así en el conocimiento de la religión. Después de haber consultado a Dios, creyose llamado al estado religioso; y como estaba resuelto, decía, a morir pobre como había nacido, entró en un convento franciscano, donde quiso, por humildad, ser admitido en calidad de hermano lego. La Santísima Virgen, por quien tenía tierna devoción, obtúvole varias señaladas gracias, pero fue célebre sobre todo por su amor al Santísimo Sacramento. Murió en Villarreal, cerca de Valencia, el 17 de mayo de 1592, alrededor de los 52 años de edad.
MEDITACIÓN SOBRE LA SALUD Y LA SANTIDAD
I. Amamos naturalmente la vida y tememos la muerte; así, nada ahorramos por conservar la salud del cuerpo: nos dejamos sangrar, cortar los miembros, ayunamos, tomamos medicinas amargas. ¿No serías un gran santo si hicieses por el cielo una parte siquiera de lo que haces por la tierra? Pero ¡ay!, uno hace todo por el cuerpo y nada por el alma; hacemos todo por conservar una vida que nos es común con los animales y nada por vivir eternamente. Cada día declinamos, cada día nos morimos y nos creemos eternos (San Jerónimo).
II. Debes moderar ese deseo que tienes de vivir mucho tiempo. Por corta que sea tu vida, bastante larga será si la quieres emplear bien. Cuanto más se prolongue tu vida tanto más terrible será la cuenta que debas dar a Dios. Y no te quieras persuadir de que al envejecer te harás más virtuoso: el agotamiento de tus fuerzas, las enfermedades y los hábitos más inveterados te harán más difícil que nunca la práctica de la virtud.
III. Si amas la vida y la salud, ama la virtud y la santidad. La sobriedad, el ayuno, la templanza, mucho más sano te habrán de conservar que las prescripciones y regímenes de los médicos. Reprime tus pasiones: la intemperancia y los excesos han hecho morir a una infinidad de personas; el ayuno y la austeridad han hecho vivir a los antiguos anacoretas hasta una extrema vejez sin enfermedades y sin incomodidad. En fin, las enfermedades son a menudo el castigo de tus pecados al mismo tiempo que un remedio para las llagas de tu alma. Dios las envía para curarte, pero lo hace según su juicio, sin consultar al enfermo (San Agustín).
La mortificación
Orad por las vírgenes
ORACIÓN
Oh Dios, que habéis adornado al bienaventurado Pascual, vuestro confesor, con un amor ardiente por los misterios adorables de vuestro cuerpo y de vuestra sangre, concedednos el vigor espiritual que él bebía en este banquete divino. Por J. C. N. S. Amén.
Tomado: de Meditaciones del P. Grosez