15 de octubre
Santa Teresa de Jesús
(† 1582)
La seráfica madre Teresa de Jesús, nació en Ávila, ciudad de las principales de España, y fueron sus padres Alonso de Cepeda y doña Beatriz de Ahumada, personas nobles y muy cristianas. Siendo de siete años, aprehendió tan vivamente la eternidad de la gloria y penas del infierno, que repetía a menudo y con gran ponderación: “Para siempre, para siempre, para siempre”.
Con la lectura de las vidas de los mártires, se encendió en tal deseo del martirio, que saliendo de casa con su hermanito Rodrigo, quiso irse a África a ser martirizada por Cristo, de los moros: mas un tío suyo los halló y volvió a su casa: y viendo los niños frustrados sus deseos, hicieron en la huerta de su casa dos celdillas para llevar allí vida de ermitaños.
Apenas contaba Teresa doce años de edad, cuando pasó su madre; a mejor vida, y ella comenzó a tomar gusto en leer novelas, con cuyas lecturas se le despertó grande afición a las galas y vanidades del mundo; y teniendo catorce años, trabó amistad con un pariente suyo, que puso su inocencia en gravísimos peligros. Sacóla de ellos su padre poniéndola en un convento de religiosas de san Agustín.
Entonces volvieron a despertarse en ellos los primeros fervores, y creciendo más con la experiencia, a la edad de veinte años determinó entrarse monja en el monasterio de la Encarnación de Avila, de religiosas carmelitas. El día de la Asunción le dio un parasismo tan largo que estuvo cuatro días como muerta, y diéronla ya la unción; mas volviendo en sí, dijo que había estado en el cielo, y que había visto lo que el Señor quería hacer de su sagrada Orden del Carmen.
Padeció grandes sequedades en la oración por espacio de diez y ocho años: mas con lo que san Francisco de Borja la animó, concibió gran odio contra sí, quebrantando en todo su voluntad, y se vistió de un silicio de hoja de lata agujereado al modo de rallo, que dejaba toda su carne llagada.
Por más de tres años vio a Cristo Señor nuestro a su lado, y mereció que un ángel hermosísimo y tan encendido que parecía un serafín, con un dardo de oro le traspasase el corazón y la dejase abrasada en grande amor de Dios.
Muchas veces fue vista levantada de la tierra y con el rostro lleno de resplandores; los que comulgaban solían verla con el rostro todo resplandeciente; y con los mismos resplandores la vieron muchos cuando escribía sus admirables libros.
Con la protección de san José, de quien fue devotísima, llevó a cabo la reforma de la Orden del Carmen y fundó multitud de conventos. Finalmente, después de haber asombrado al mundo con sus heroicas virtudes, milagros estupendos y libros inspirados, entregó su alma al divinal Esposo a la edad de sesenta y siete años; y en el instante en que expiró, vio una religiosa salir por su boca una paloma blanca que voló a los cielos, y fue tan grande la fragancia que echaba de sí su virginal cadáver, que fue necesario abrir las ventanas para poderlo sufrir, y el mismo olor celestial exhala todavía su cuerpo incorrupto.
Reflexión: Por las vanas lecturas estuvo a punto de perder esta santa no solamente el tesoro inestimable de sus méritos, mas aun la joya de su virginidad y hasta su misma alma. ¡Para cuántos jóvenes ha sido ésta la causa de su perdición! Un mal libro es el veneno más poderoso de la virtud, y las novelas sobre todo han producido en el mundo daños incalculables.
Oración. Óyenos ¡oh Dios! que eres nuestra salud, para que así como nos alegramos en la festividad de tu bienaventurada virgen Teresa, así nos sustentemos con el alimento de su celestial doctrina y recibamos con ella el fervor de su piadosa devoción. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
(P. Francisco De Paula Morell, S. J., Flos Sanctorum)