14 de agosto
San Eusebio, presbítero y confesor
(† 357)
El venerable sacerdote y valeroso soldado de Cristo san Eusebio, dio grande gloria a la Iglesia con un nuevo género de martirio que sufrió, inventado por el furor y rabia de los tiranos. Vivió en tiempo del emperador Constancio, en el que se embraveció en Roma la herejía de los arríanos, enemigos declarados de los católicos, por el favor y fuerzas que él les dio; y por esta causa, levantaron una gravísima y terrible tempestad en la cual muchos obispos y santos sacerdotes fueron desterrados, afligidos y muertos por la verdadera fe. Entre ellos alcanzó ilustre victoria el santísimo presbítero Eusebio, de nación romano; el cual, por defender constantísimamente la verdadera y divina religión con más libertad y ánimo que quisiera Constancio, sufrió un nuevo género de martirio en que fue probada, como en un crisol, su paciencia y fidelidad a Jesucristo y a su verdadera Esposa la santa Iglesia.
Mandó, pues, Constancio que lo encerrasen y como emparedasen en una pieza o pequeño aposento que había en su misma casa, tan estrecho y angosto que apenas el santo cabía en él, ni se podía casi menear, ni volver a una parte ni a otra. Allí estuvo el varón de Dios por espacio de siete meses haciendo oración al Señor, y suplicándole que le diese fortaleza y constancia para morir por Él; y diósela tan cumplida, que al cabo de los siete meses murió en aquella como sepultura en que había estado.
Recogieron su cuerpo los sacerdotes del Señor, Gregorio y Orosio, y le enterraron en una cueva del cementerio de Calixto, junto al cuerpo de san Sixto papa, poniendo en una grande piedra un título que decía: “Aquí yace Eusebio, varón de Dios”.
Cuando Constancio supo la muerte de Eusebio, y cómo Gregorio y Orosio habían dado a su cadáver honrosa sepultura, enojóse sobremanera, y mandólos prender. Hubo a las manos de Gregorio, e hízole enterrar vivo en la misma cueva, donde estaba el cuerpo de san Eusebio. Orosio que se había escapado, lo supo, y de noche se fue a él, y aunque le halló vivo, estaba ya tan debilitado que murió allí en sus manos; y así le dejó sepultado en aquel mismo lugar.
En Roma hay una iglesia de san Eusebio, muy antigua y de gran devoción, en la cual está su sagrado cadáver, y los de Orosio y Paulino, y otras muchas reliquias de santos mártires. San Zacarías, papa, la mandó reparar y adornar en honra de san Eusebio y de los otros santos mártires allí sepultados.
Reflexión: Al leer el cruel y prolongado martirio de san Eusebio, no sabe uno de qué espantarse más: de la extraña crueldad de los herejes que con tan prolongado y durísimo suplicio probaron la constancia del santo sacerdote; o de la invencible fortaleza de este santo mártir que padeció tan lenta muerte sepultado vivo. En aquella crueldad se echa de ver la crecida malicia del demonio que tales invenciones inspira a los herejes y enemigos de nuestra santa fe; en esta paciencia, la virtud divina de que Jesucristo reviste a sus soldados para que triunfen de todos los poderes del mundo, de la muerte y del infierno. ¡Oh! ¡Con qué soberana luz resplandece la verdad de Dios en todos los martirios y heroicas acciones de los santos! Quien con esta luz no ve la verdad divina de nuestra santísima religión, ciego es, y llena tiene la mente de las tinieblas con que las malas pasiones suelen oscurecerla para que no vea la luz de Cristo.
Oración: Oh Dios, que nos alegras en la anual festividad de tu confesor san Eusebio; concédenos propicio, que los que celebramos su nacimiento para la gloria, por la imitación de sus saludables ejemplos, lleguemos a gozar de Ti. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
(P. Francisco De Paula Morell, S. J., Flos Sanctorum)
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