13 de mayo
San Juan Silenciario, obispo y confesor
(† 558)
San Juan llamado Silenciario por el profundo recogimiento y silencio que guardó por espacio de muchos años, nació en Nicópolis de Armenia, de nobilísimos padres.
A los diez y ocho años de su edad vino a Colonia donde empleó su patrimonio en edificar una magnífica iglesia a nuestra Señora y en fundar un monasterio, en el cual él mismo se encerró con otros diez compañeros, haciendo allí vida tan perfecta que en breve tiempo fue aquel monasterio un seminario de santos.
Pero muerto el obispo de Colonia, sacaron de su retiro al joven abad que tenía a la sazón veintiocho años, y en fuerza de su celo se vio muy presto florecer la piedad en todo el obispado y aun en la misma corte del emperador, donde su hermano Pérgamo y su primo Teodoro fueron modelo de cortesanos ejemplares.
Mas no pudiendo reducir a su cuñado Pasímico que era gobernador de la Armenia, y turbaba la paz de su iglesia con injusticias y violencias, después de llevar inútilmente sus quejas al emperador Zenón, y puesto orden en los negocios del obispado, lo renunció secretamente y se embarcó solo en un navío y fue a Jerusalén con propósito de pasar el resto de su vida desconocido de los hombres.
Recibiole san Sabas en su monasterio llamado la Laura; allí el obispo desconocido sirvió de peón a los albañiles, que fabricaban el hospicio para los peregrinos, llevándoles el yeso y las piedras.
Al cabo de algunos años, admirando san Sabas cada día más la eminente virtud del religioso, le llevó consigo al patriarca de Jerusalén para conferir a aquel monje las órdenes sagradas y el sacerdocio, lo cual dijo el patriarca que haría de buena gana.
Entonces viéndose el siervo de Dios precisado a descubrirse, pidió audiencia secreta al patriarca, y después de obligarle al secreto, le declaró que era obispo; de lo cual asombrado y edificado el patriarca llamó a san Sabas y le dijo que no podía ordenar a aquel santo religioso y que le dejase en su humildad, sin permitir que nadie le inquietase.
Así perseveró en su silencio todo el resto de su vida, no hablando palabra por espacio de muchos años, y entregándose a asombrosas penitencias y altísima contemplación así en el monasterio como en la soledad.
Muerto san Sabas, se apareció a nuestro santo para consolarle en la cruel persecución que movieron contra él y contra sus monjes los que seguían los dogmas de Orígenes y Teodoro de Mopsuestia.
Mucho tuvieron que padecer aquellos santos anacoretas; pero teniendo por cabeza y guía a nuestro santo, jamás pudieron ser inficionados por el veneno del error, y sufrieron con gran fortaleza las más duras persecuciones por defender los decretos de la Iglesia.
Finalmente, colmado de méritos y virtudes, entregó su preciosa alma al Señor a la edad de ciento y cuatro años.
Reflexión: ¿Por qué inspiró el Señor a san Juan Silenciario la guarda de tan maravilloso silencio, sino para que aprendamos con este ejemplo a mortificar los vicios de nuestra lengua? La cual es una espada de dos filos que no pocas veces hiere a la vez al prójimo y al maldiciente: y la herida casi siempre es mortal o incurable. No murmures, pues, de tus hermanos, ni les maldigas jamás, ni seas fácil en creer y referir lo malo que te han dicho de ellos. No reniegues, ni jures, ni blasfemes, que ese es lenguaje de los demonios, y si quieres usar bien de la lengua, piensa antes de hablar, si es bueno o malo, útil o dañoso lo que vas a decir.
Oración: Oh Dios, omnipotente, rogámoste nos concedas que la venerable solemnidad de tu confesor y pontífice Juan, acreciente en nosotros la devoción y el deseo de nuestra eterna salud. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
(P. Francisco De Paula Morell, S. J., Flos Sanctorum)
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