NUESTRA SEÑORA DE FÁTIMA
Desde el principio y antes de los siglos creada fui y no dejaré
de existir en todos los siglos venideros y en el tabernáculo
santo delante de Dios ejercí mi ministerio.
(Eclesiástico XXIV, 14)
La Santísima Virgen se apareció en seis ocasiones a tres pastorcitos cerca del pueblo de Fátima, Portugal, entre el 13 de mayo y el 13 de octubre de 1917, pidiendo oración y penitencia para que se dejara de ofender a Dios y por la conversión de los pecadores.
MEDITACIÓN SOBRE EL CORAZÓN INMACULADO DE NUESTRA SEÑORA DE FÁTIMA
I. Dijo la Virgen a los pastorcitos de Fátima: Jesús quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. ¿Habrá quien pregunte por qué veneramos al Corazón de María? ¿Se han meditado bien la excelencia de este Corazón y las perfecciones sobrehumanas y más que angélicas que lo adornan? Afirma san Bernardino de Siena que para ensalzar los sentimientos del Corazón Virginal de María no bastan las lenguas de todos los hombres, ni aún las de los ángeles. ¡Tan digno y santo es! ¡Oh alma devota!, Dios ha honrado sobremanera al Corazón de María: honra tú también, ama y obsequia cuanto puedas al Corazón amantísimo de tu dulce Madre.
II. En Fátima aparece y brilla como nunca el Corazón Inmaculado de Nuestra Madre, capaz de unir los corazones todos y llevarlos a Dios. En ese Corazón —dice Ricardo de San Lorenzo— la justicia y la paz se besaron, porque como explica san Bernardo, María recibió del mismo Corazón del Eterno Padre en su propio Corazón al Verbo. ¿Acaso no es oficio propio de la madre aplacar al Padre con los hijos y pacificar a éstos entre sí? Abre, pues, oh María —le suplica san Bernardo— la puerta del Corazón a los llorosos hijos de Adán. Roguemos a la Reina de la paz la dé a los pueblos y familias.
III. Dijo Nuestra Señora a Lucía: Mira, hija mía, mi Corazón cercado de espinas que los hombres ingratos me clavan sin cesar con blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, procura consolarme y di que a todos los que, durante cinco meses, en el primer sábado, se confiesen, reciban la Sagrada Comunión, recen el Rosario y me hagan compañía durante 15 minutos meditando en los misterios con el fin de desagraviarme, les prometo asistir en la hora de la muerte con las gracias necesarias para su salvación. Oigamos, pues, el clamor de María y digámosle con san Alfonso: ¡Oh María, si vuestro Corazón llega a tener compasión de mí, no podrá dejar de protegerme. Acude tú también a este Trono de misericordia; y pídele la conversión de los pecadores empedernidos.
La penitencia
Orad por la conversión de los pecadores
ORACIÓN
Oh Dios, gloria y gozo de los ángeles, que por tu divina misericordia nos habéis concedido la gracia de que vuestra Santísima Madre apareciera a unos pastorcitos sencillos e inocentes, enseñándonos así cuánto debemos amar y procurar la inocencia del alma, y que pediste por medio de ellos la enmienda de las costumbres y la santidad de una vida cristiana perfecta, concédenos la gracia de saber apreciar la dignidad de nuestra condición de cristianos y de llevar una vida en todo conforme a las promesas bautismales. Por J. C. N. S. Amén.
Tomado: de Meditaciones del P. Grosez