13 de febrero: Santa Catalina de Ricci

Santa Catalina de Ricci
Santa Catalina de Ricci

13 de febrero

Santa Catalina de Ricci

(† 1590)

La extática y gloriosa virgen santa Catalina de Ricci nació en la ciudad de Florencia de la noble familia de Ricci. Pusiéronle en el bautismo el nombre de Alejandra, que después mudó en el de Catalina cuando se hizo religiosa.

Así que llegó la santa niña a la edad de diez años, la confió su padre a la dirección de una tía suya paterna, religiosa del monasterio de San Pedro de Monticelli, situado en los arrabales de Florencia, donde se aficionó tanto a la oración, que aun en el tiempo en que las otras niñas se recreaban, ella tenía todo su placer en estarse arrodillada delante de una imagen de Cristo crucificado, con admirables deseos de participar del amargo cáliz de su Pasión.

Trece años tenía, cuando vistió el hábito religioso de santo Domingo en el monasterio de San Vicente de Prato, donde satisfizo sus deseos de padecer por su divino Esposo clavado en la cruz: porque fue acometida de una gravísima enfermedad, con calentura cotidiana y con agudos dolores que padecía en todo el cuerpo, cuya dolencia degeneró en una hidropesía, y en mal de piedra, acompañado de asma.

Sufrió la santa con perfectísima resignación este conjunto de males, sin recibir ningún alivio de las medicinas que le recetaban los médicos; y al cabo de dos años se le agravaron de suerte, que estuvo muchas semanas sin poder dormir un solo momento.

En este estado, se le apareció en la vigilia de la Santísima Trinidad un santo de la Orden de santo Domingo, todo resplandeciente, el cual la hizo la señal de la cruz sobre el estómago, y la dejó repentinamente sana y curada de todos sus males; pudiendo desde aquel día practicar los más arduos ejercicios de caridad y de penitencia, y llevar sobre sus desnudas carnes una cadena de hierro y un áspero cilicio.

Favoreciola el Señor con muchas visiones celestiales, éxtasis y raptos tan estupendos, que a veces quedaba totalmente elevada de la tierra y suspendida en el aire por largo tiempo. Fue también enriquecida del don de profecía, de discreción de espíritus y de milagros; por lo que su nombre y su santidad fue conocida y celebrada con universal aplauso, no sólo en Toscana, sino también en toda Italia y en otras regiones.

Finalmente, a los sesenta y ocho años de su vida maravillosa, de los cuales empleó cuarenta y dos en el gobierno de su monasterio, entregó su alma purísima al celestial Esposo el día 2 de febrero, en que se celebra la fiesta de la Purificación de la Virgen nuestra Señora; y el Señor acreditó la santidad de su sierva con grandes y manifiestos prodigios.

Reflexión: Mucho padeció y mucho gozó la preciosa virgen santa Catalina abrazada siempre con la cruz de Cristo. Desde qua el Hijo de Dios murió por nuestro amor en la cruz, la mayor prueba de amor que podemos darle, es padecer por su amor. Pero tiene también el árbol de la cruz frutos sabrosísimos, y de mayor suavidad y dulzura que todos los gustos y regalos del mundo. Son gustos espirituales, de los cuales el mundo no tiene noticia: son placeres soberanos y sabores del paraíso, con que Dios suele regalar a sus escogidos, y hacerles aun en esta vida los hombres más felices de la tierra.

Oración: ¡Oh Jesucristo Señor nuestro! que inflamando en tu amor a la bienaventurada virgen Catalina, la hiciste ilustre por la contemplación de tu Pasión y muerte; concédenos por su intercesión que haciendo piadosa memoria de los misterios de tu Pasión, merezcamos alcanzar los frutos de ella. Amén.

 

(P. Francisco De Paula Morell, S. J., Flos Sanctorum)

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