10 de octubre
San Francisco de Borja
(† 1572)
El humildísimo san Francisco de Borja, tercer prepósito general de la Compañía de Jesús nació en Gandía y fue hijo de don Juan de Borja, tercer duque de Gandía, y de doña Juana de Aragón, nieta del rey don Fernando el Católico.
A los diez años de su edad perdió a su madre, y el inocente niño en lugar de llorar, ofrecía en sufragio sangrientas disciplinas que descargaba sobre su tierno cuerpecito.
Criase en el palacio de su tío, el arzobispo de Zaragoza y en la corte del emperador Carlos V; y la emperatriz doña Isabel quiso que se casase con doña Leonor de Castro, su dama, reputada por la primera hermosura de palacio.
Fue esta boda muy aplaudida del emperador, el cual hizo a Francisco marqués de Lombay, y privado suyo tan familiar, que estudiaba con él las matemáticas. Acompañó Francisco al emperador en la expedición de África y a la que intentó sobre las costas de la Provenza, señalándose tanto por la prudencia en el consejo como por el valor en la campaña.
La muerte de la emperatriz confirmó el disgusto que tenía ya el santo de las cosas del mundo: mandóle el emperador que condujese el cadáver a Granada, y al descubrirle para hacer la entrega, le halló tan horrorosamente desfigurado, que no se reconocía en él un solo rasgo de lo que había sido, y propuso en su corazón no servir más a señor que se le pudiese morir.
Nombróle después el emperador virrey de Cataluña, y luego que el santo tomó posesión de aquel gobierno, mudó de semblante toda la provincia. Vivía en su palacio como religioso y consultaba por cartas las cosas de su conciencia con san Ignacio de Loyola que estaba en Roma.
Habiendo muerto su esposa, con licencia del emperador renunció sus Estados, títulos y empleos y entró en la Compañía de Jesús. Celebró su primera misa en la casa de Loyola, por su devoción a san Ignacio. Traía sus espaldas hechas una llaga por el rigor de sus disciplinas, su oración era un éxtasis continuado, deseaba ser despreciado de todos, y se firmaba en sus cartas: Francisco el pecador.
Es increíble el fruto de conversiones que hizo así en las cortes como en los pueblos. Muerto Carlos V pronunció el santo su oración fúnebre, y cuando fue elegido general de la Compañía, extendió maravillosamente su celo por toda Europa y por el nuevo mundo.
En el conclave de los cardenales pensóse en hacerle papa, si no lo estorbara la noticia que tuvieron de una recia enfermedad que le asaltó, y el tesón con que por siete veces se resistió a admitir el capelo cardenalicio.
Finalmente después de haber visitado a la Virgen de Loreto, entendiendo que se llegaba el día de su muerte, pidió perdón a todos los que le rodeaban, y después de un éxtasis maravilloso, dio tranquilamente el alma al Creador a los sesenta y dos años de su edad.
Reflexión: He aquí uno de los mayores ejemplos de desengaños del mundo obrados por la muerte. La vista de una hermosura desfigurada hizo de uno de los más ilustres grandes de España uno de los más esclarecidos santos de la Iglesia. Mirémonos en este espejo, y aprendamos a apreciar en su justo valor las cosas de la tierra. Cortinadamente está llamando la muerte a nuestras puertas: no perdona a pobres ni a ricos, a príncipes ni a mendigos, a jóvenes robustos ni a decrépitos ancianos; cada día falta de nuestro lado alguna persona amada o conocida. Procuremos, pues, vivir de manera que no nos halle desprevenidos.
Oración: ¡Señor nuestro Jesucristo! ejemplar y premio de la verdadera humildad, rogámoste que así como hiciste al bienaventurado Francisco glorioso imitador tuyo en el desprecio de las honras de la tierra, así también nos concedas que le imitemos y le acompañemos en tu gloria. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
(P. Francisco De Paula Morell, S. J., Flos Sanctorum)