1 de octubre
San Remigio, arzobispo de Reims
(† 533)
San Remigio, esclarecido taumaturgo, y apóstol de Francia, fue hijo de Emilio, señor de Laón, y de santa Cilinia, cuya memoria celebra la Iglesia en 21 de octubre. Hizo rápidos progresos en las letras y virtudes, y para huir de los peligros del mundo se retiró al castillo de Laón.
A la edad de veintidós años, por muerte de Beunado, arzobispo de Reims, fue elegido por su sucesor, dispensándole el papa la falta de años, que alegaba el santo mozo para esquivar aquella dignidad. Nota san Gregorio Turonense que fue tan eminente la santidad de su vida, que era san Remigio tan venerado en Reims como san Silvestre en Roma.
Ilustróle el Señor con el don de milagros: alumbró ciegos, libró endemoniados, multiplicó el vino, apagó un terrible incendio, sanó toda clase de enfermedades y resucitó algunos muertos.
Pero el mayor portento de san Remigio fue la conversión del rey y de casi toda la nación francesa. Hacía cinco años que reinaba Clodoveo, el cual era gentil y estaba casado con Clotilde, y aunque esta santa reina le persuadía que dejase sus ídolos, y reconociese por verdadero Dios a Jesucristo, no podía salir con su intento.
Mas haciendo Clodoveo la guerra a los alemanes y suevos, y hallándose en la jornada de Tolbiac muy apretado y en peligro inminente de perderse, pidió socorro y favor a Jesucristo, prometiéndole de hacerse cristiano si le daba victoria de sus enemigos. En habiendo hecho esta promesa se arrojó con el numeroso ejército de sus contrarios, y lo desbarató, dejando a su mismo rey tendido en el campo, y alcanzando de ellos la más completa victoria.
Volvió triunfante a su reino para cumplir su palabra, y señalado el día en que había de recibir el bautismo, adornóse de telas blancas y ricas colgaduras para esta augusta ceremonia la iglesia de san Martín, que estaba afuera de los muros de Reims. Las hachas y las velas, que ardían en gran número, estaban preparadas con bálsamos olorosos y suaves perfumes; y el día de la Natividad del Señor, el rey, adornado de blancas vestiduras, y tres mil catecúmenos de su corte y ejército, fueron bautizados por san Remigio, el cual dio a Clodoveo el nombre de Luis, siendo el primero de este nombre y el que dio principio a los cristianísimos reyes de Francia.
Finalmente, habiendo san Remigio hecho innumerables bienes a aquel rebaño de Jesucristo y gobernado santísimamente su iglesia setenta y cuatro años, a los noventa y seis de su vida, dio su alma al Señor, con gran sentimiento y llanto de todo el reino de Francia, que perdió tan buen padre, maestro y pastor.
Reflexión: No cabe duda que la conversión de Clodoveo y los Francos al catolicismo se debe en gran parte a las oraciones y ejemplos de su santo prelado y de la piadosa reina Clotilde. ¡Oh cuánto pueden las plegarias fervientes y el buen ejemplo de un celoso pastor, de una buena madre, de una esposa cristiana, de un amigo caritativo, y en general de todos los fieles para trocar los corazones! Cuando, desatados de los lazos del cuerpo, entremos en la posesión de los bienes eternos, veremos sin duda que más conversiones han obrado la oración y la fragancia de las virtudes de los siervos de Dios, que la predicación de los varones apostólicos, pues aun ésta, por sí sola y destituida de aquélla, quedaría en gran parte frustrada.
Oración: Concédenos, oh Dios omnipotente, que la venerable festividad de tu confesor y pontífice el bienaventurado Remigio, nos aumente la devoción y el deseo de nuestra eterna salud. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
(P. Francisco De Paula Morell, S. J., Flos Sanctorum)