MARTES DE PASIÓN
Simple
(ornamentos morados)
“Aguarda al Señor, obra varonilmente;
fortalézcase tu corazón y espera en el Señor”.
(Salmos XXVI, 14)
Epístola
En aquellos días: Se juntaron los babilonios en presencia del Rey y le dijeron: “Entréganos a Daniel, de lo contrario te mataremos a ti y a tu familia”. Viéndose el rey reciamente acometido y sin salida, les entregó a Daniel, y ellos le arrojaron en el foso de los leones, donde estuvo seis días. Había en el foso siete leones, y les daban cada día dos cuerpos y dos ovejas; pero nada les dieron entonces, para que devorasen a Daniel. Estaba a la sazón en Judea el profeta Habacuc, el cual había cocido un potaje y desmenuzado unos panes en una vasija, para ir al campo y llevarlo a los segadores. Y dijo el ángel del Señor a Habacuc: “Esa comida que tienes llévala a Babilonia, a Daniel que está en el foso de los leones”. Contestó Habacuc: “Señor, yo no he visto a Babilonia ni tengo noticia del foso”. Entonces el ángel del Señor le tomó por la coronilla de la cabeza y con la velocidad de su espíritu le llevó de los cabellos de su cabeza hacia Babilonia encima del foso. Gritó Habacuc y dijo: “Daniel, siervo de Dios, toma la comida que Dios te envía”. Entonces dijo Daniel: “Tú, Señor, te has acordado de mí y no has desamparado a los que te aman”. Y se levantó Daniel y comió. Entretanto el ángel de Señor se dio prisa para restituir a Habacuc a su lugar. Al día séptimo vino el rey para hacer él duelo por Daniel; y llegando al foso miró hacia dentro y vio a Daniel sentado en medio de los leones. Entonces exclamó el rey en voz alta diciendo: “Grande eres Señor, Dios de Daniel”. Y le hizo sacar del foso de los leones. Pero a aquellos que habían maquinado su ruina, los hizo echar en el foso y fueron al punto devorados en su presencia. Entonces dijo el rey: “Teman al Dios de Daniel todos los moradores del orbe; porque Él es el Salvador, el que obra prodigios y maravillas sobre la tierra y libró a Daniel del foso de los leones”.
Daniel XIV, 27, 28-42
Evangelio
En aquel tiempo: Después de esto, Jesús anduvo por Galilea; pues no quería andar por Judea porque los judíos trataban de matarlo. Estando próxima la fiesta judía de los Tabernáculos, sus hermanos le dijeron: “Trasládate a Judea, para que tus discípulos también (allí) vean qué obras haces. Ninguno esconde las propias obras cuando él mismo desea estar en evidencia. Ya que Tú haces tales obras, muéstrate al mundo”. Efectivamente, ni sus mismos hermanos creían en Él. Jesús, por tanto, les respondió: “El tiempo no ha llegado aún para Mí; para vosotros siempre está a punto. El mundo no puede odiaros a vosotros; a Mí, al contrario, me odia, porque Yo testifico contra él que sus obras son malas. Id, vosotros, a la fiesta; Yo, no voy a esta fiesta, porque mi tiempo aún no ha llegado”. Dicho esto, se quedó en Galilea. Pero, después que sus hermanos hubieron subido a la fiesta, Él también subió, mas no ostensiblemente, sino como en secreto. Buscábanle los judíos durante la fiesta y decían: “¿Dónde está Aquél?” Y se cuchicheaba mucho acerca de Él en el pueblo. Unos decían: “Es un hombre de bien”. “No, decían otros, sino que extravía al pueblo”. Pero nadie expresaba públicamente su parecer sobre Él, por miedo a los judíos.
Juan VII, 1-13
Visto en: Santo Evangelio del Día (https://santoevangeliodia.blogspot.com/)