29 de diciembre: Sto. Tomás de Cantorbery

Santo Tomás Becket
Santo Tomás Becket

29 de diciembre

Sto. Tomás de Cantorbery, arzobispo y mártir

(† 1170)

El invicto defensor de la inmunidad eclesiástica y glorioso mártir de Cristo santo Tomás, nació en Londres de padres nobles, ricos y piadosos. Aprendió desde niño las bellas letras con grande aprovechamiento, y ya desde joven fue de loables costumbres, de gentil disposición, hermoso de rostro, en sus palabras modesto y grave, y tan amigo de la verdad, que ni aun burlando se apartaba de ella.

Con tales prendas tanto se hizo amar del arzobispo de Cantorbery que el buen prelado le admitió en su servicio, y le hizo arcediano de su iglesia, y luego por consejo suyo el rey Enrique II le hizo su cancelario y le confió la educación de su hijo, llamado también Enrique; y muerto el arzobispo, quiso a todo trance que ocupara la sede primada de Cantorbery, Tomás su cancelario, a pesar de su firme resistencia.

Hecho arzobispo, asistió a un concilio celebrado en Tours, en que presidió el papa Alejandro III: y vuelto a Inglaterra, tuvo que luchar denodadamente contra el rey, su grande amigo y protector; el cual pretendía dar algunas leyes muy perjudiciales a la Iglesia y contrarias a su divina autoridad.

Tomó el rey grandes medios de promesas y amenazas, de blanduras y espantos para atraer al santo prelado a su voluntad; mas todo fue inútil; con lo cual es increíble el odio que tomó contra el santo, teniéndole por ingrato y desconocido a las mercedes que le había hecho.

Para evitar mayores males, salió de Inglaterra el santo arzobispo y pasó a Flandes. Sintiolo el rey; dio contra él quejas al Papa; quiso este oír al prelado, para lo cual pasó a Roma, en donde el pontífice le oyó, y le animó a seguir en su buen propósito; mas para aplacar al rey, le aconsejó que se recogiese a una casa religiosa, como lo hizo, retirándose a un monasterio de la orden del Císter en Francia.

Y como el rey amenazase a los monjes cistercienses de toda Inglaterra con echarles de su reino, el santo, por no serles ocasión de tan grave daño, dejó aquel monasterio, y pasó a otro.

Finalmente, después de muchas alteraciones y dificultades, el rey de Francia con ruegos y el papa con amenazas apretaron tanto a Enrique, que se aplacó, se reconcilió con el santo arzobispo, y le dio licencia para volver a Inglaterra, donde fue recibido con grande fiesta y alegría de los buenos y no menor pesar de los malos.

Continuó el santo su oficio pastoral con la misma entereza que antes; y sus adversarios, por hacer placer al príncipe, determinaron acabar con él y darle muerte. Estando, pues, santo Tomás en la iglesia, entraron en ella aquellos crueles verdugos, arremetieron contra él, y uno de ellos le descargó con la espada un fiero golpe en la cabeza, y tras él otros, hasta que cayó en el suelo, el cual quedó manchado con el cerebro del invicto mártir.

Reflexión: Actos heroicos reclama a veces de nosotros la justicia. Por defenderla hay que perder quizás como este santo, el valimiento de los príncipes, alejarse de la patria, y vivir en suma miseria en extraño suelo. Pero ¡cuánto no ensancha el corazón la amorosa providencia que Dios tiene de los suyos! Ya él nos lo había dado a entender diciéndonos que eran bienaventurados los que padecían persecución por la justicia, y así es. Los mismos que los persiguen admiran su virtud y hasta les piden perdón de sus yerros. Si acaso Dios te ha escogido también para este género de bienaventuranza, adora reverente sus juicios y dale gracias por tan inestimable favor.

Oración: Oh Dios, por cuya Iglesia el glorioso pontífice santo Tomás murió a manos de los impíos, concédenos que todos los que imploran su auxilio, reciban el saludable efecto de su petición. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.

 

(P. Francisco De Paula Morell, S. J., Flos Sanctorum)

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