Santo Evangelio del Día: 25 de diciembre

Diciembre 25

NATIVIDAD DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

Doble de primera clase
(ornamentos blancos)

Porque un Niño nos ha nacido, un Hijo nos ha sido dado,
que lleva el imperio sobre sus hombros. Se llamará Maravilloso, Consejero,
Dios poderoso, Padre de la eternidad, Príncipe de la paz.
(Isaías IX, 6)

Epístola

Hermanos: Dios que en los tiempos antiguos habló a los padres en muchas ocasiones y de muchas maneras por los profetas, en los últimos días nos ha hablado a nosotros en su Hijo, a quien ha constituido heredero de todo y por quien también hizo las edades; el cual es el resplandor de su gloria y la impronta de su substancia, y sustentando todas las cosas con la palabra de su poder, después de hacer la purificación de los pecados se ha sentado a la diestra de la Majestad en las alturas, llegado a ser tanto superior a los ángeles cuanto el nombre que heredó es más eminente que el de ellos. Pues ¿a cuál de los ángeles dijo (Dios) alguna vez: “Hijo mío eres Tú, hoy te he engendrado”; y también: “Yo seré su Padre, y Él será mi Hijo”? Y al introducir de nuevo al Primogénito en el mundo dice: “Y adórenlo todos los ángeles de Dios”. Respecto de los ángeles (sólo) dice: “El que hace de sus ángeles vientos y de sus ministros llamas de fuego”. Mas al Hijo le dice: “Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo; y cetro de rectitud el cetro de tu reino. Amaste la justicia y aborreciste la iniquidad; por eso te ungió, oh Dios, el Dios tuyo con óleo de alegría más que a tus copartícipes”. Y también: “Tú, Señor, en el principio fundaste la tierra, y obra de tu mano son los cielos; ellos perecerán, mas Tú permaneces; y todos ellos envejecerán como un vestido; los arrollarás como un manto, como una capa serán mudados. Tú empero eres el mismo y tus años no se acabarán”.

Hebreos I, 1-12

Evangelio

En el principio el Verbo era, y el Verbo era junto a Dios, y el Verbo era Dios. Él era, en el principio, junto a Dios: Por Él, todo fue hecho, y sin Él nada se hizo de lo que ha sido hecho. En Él era la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz luce en las tinieblas, y las tinieblas no la recibieron. Apareció un hombre, enviado de Dios, que se llamaba Juan. Él vino como testigo, para dar testimonio acerca de la luz, a fin de que todos creyesen por Él. Él no era la luz, sino para dar testimonio acerca de la luz. La verdadera luz, la que alumbra a todo hombre, venía a este mundo. Él estaba en el mundo; por Él, el mundo había sido hecho, y el mundo no lo conoció. Él vino a lo suyo, y los suyos no lo recibieron. Pero a todos los que lo recibieron, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios: a los que creen en su nombre. Los cuales no han nacido de la sangre, ni del deseo de la carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios. Y el Verbo se hizo carne, y puso su morada entre nosotros –y nosotros vimos su gloria, gloria como del Unigénito del Padre– lleno de gracia y de verdad.

Juan I, 1-12

Visto en: Santo Evangelio del Día (https://santoevangeliodia.blogspot.com/)

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