Santo Evangelio del Día: 14 de marzo

Sábado II de Cuaresma

SÁBADO DENTRO DE LA SEGUNDA SEMANA DE CUARESMA

Semidoble
(ornamentos morados)

“La ley del Señor es perfecta restaura las almas,
el testimonio del Señor es fiel”

(Salmos XVIII, 8)

 

Epístola

En aquellos días: Dijo Rebeca con Jacob, su hijo, diciendo: “Mira, he oído a tu padre cómo hablando con Esaú tu hermano, le decía: ‘Tráeme caza, y hazme un buen guiso para comida, y te bendeciré delante del Señor antes de morirme’. Ahora bien, hijo mío, oye mi voz en lo que te mando. Ve al rebaño, y tráeme de allí dos buenos cabritos; y yo haré con ellos para tu padre un sabroso guiso como a él le gusta; y se lo presentarás a tu padre, el cual lo comerá y te bendecirá antes de su muerte”. Contestó Jacob a Rebeca, su madre: “Mira que Esaú, mi hermano, es hombre velludo, y yo lampiño. Quizás me palpe mi padre; seré entonces a sus ojos como quien se burla de él y me acarrearé maldición, en lugar de bendición”. Replicole su madre: “Sobre mí tu maldición, hijo mío; oye tan sólo mi voz, anda y tráemelos”. Fue, pues, a tomarlos, y los trajo a su madre; e hizo su madre un sabroso guiso, como le gustaba a su padre. Después tomó Rebeca vestidos de Esaú, su hijo mayor, los mejores que tenía en casa, y los vistió a Jacob, su hijo menor. Y con las pieles de los cabritos le cubrió las manos y la parte lisa de su cuello. Luego puso el guiso y el pan que había preparado, en manos de Jacob su hijo, el cual entró donde estaba su padre, y dijo “Padre mío”, a lo que éste respondió: “Heme aquí; ¿quién eres, hijo mío?”. “Yo soy tu primogénito Esaú”, dijo Jacob a su padre. “He hecho como me dijiste; levántate, te ruego, siéntate, y come de mi caza, para que me bendiga tu alma”. Preguntó Isaac a su hijo: “¿Cómo es que has podido encontrarla tan pronto, hijo mío?”. El cual respondió: “porque el Señor, tu Dios me la puso delante”. Dijo entonces Isaac a Jacob: “Acércate, y te palparé, a ver si realmente eres o no mi hijo Esaú”. Acercose, pues Jacob a su padre Isaac, el cual lo palpó y dijo: “La voz es la voz de Jacob, pero las manos son las manos de Esaú”. Y no lo reconoció, porque sus manos estaban velludas, como las manos de su hermano Esaú y así lo bendijo. Pero repitió la pregunta: “¿Eres tú realmente mi hijo Esaú?”. Y él respondió: “Soy yo”. Dijo entonces: “Acércame la caza, y comeré de ella, hijo mío, para que te bendiga mi alma”.” Se la acercó, y comió; le sirvió también vino y bebió. Después le dijo Isaac, su padre: “Acércate y bésame, hijo mío2. Se acercó y lo besó; y cuando (Isaac) sintió la fragancia de sus vestidos, le bendijo diciendo: “Mira, el olor de mi hijo es como el olor de un campo bendecido por el Señor. ¡Te dé Dios del rocío del cielo, y de la grosura de la tierra, y abundancia de trigo y de vino! ¡Sírvante pueblos, y póstrense delante de ti naciones; sé señor de tus hermanos, e inclínense ante ti los hijos de tu madre! ¡Maldito el que te maldiga, y bendito quien te bendiga!”. Apenas Isaac había acabado de bendecir a Jacob, y no bien había salido Jacob de la presencia de su padre Isaac, cuando Esaú, su hermano, volvió de su caza. Hizo también un sabroso guiso y presentándolo a su padre le dijo: “Levántese mi padre y coma la su caza de su hijo, para que me bendiga tu alma”. Isaac, su padre, le dijo: “¿Quién eres tú?” Le contestó: “Soy tu hijo, el primogénito tuyo Esaú2. Asombrose Isaac sobremanera, hasta el extremo, y dijo: “¿Quién es, pues, aquel que fue a cazar y me trajo caza, y yo he comido de todo antes que tu vinieses, y lo he bendecido de suerte que quedará bendito?”. Al oír Esaú las palabras de su padre, lanzó un grito fuerte y extremadamente amargo, y dijo a su padre: “¡Bendíceme también a mí, padre mío!”. Mas él respondió: “Ha venido tu hermano con engaño, y se ha llevado tu bendición”. Dijo entonces (Esaú): “Con razón se llama Jacob; pues me ha suplantado ya dos veces: me quitó la primogenitura, y ya ves que ahora me ha quitado la bendición”. Y añadió “¿No has reservado bendición para mí?”. Isaac respondió y dijo a Esaú: “Mira, le he puesto por señor tuyo, le he dado por siervos a todos sus hermanos y le he provisto de trigo y vino. Por ti, pues, ¿qué podré hacer ahora, hijo mío?”. Dijo Esaú a su padre: “¿No tienes más que una sola bendición, padre mío? ¡Bendíceme también a mí, padre mío!” y levantó Esaú su voz y rompió a llorar. Entonces repuso Isaac, su padre, diciendo: “He aquí que lejos de la grosura de la tierra será tu morada, y lejos del rocío que baja del cielo. De tu espada vivirás, y servirás a tu hermano, pero cuando empieces a dominar, romperás su yugo de sobre tu cerviz.”

Genesis XXVII, 6-40

Evangelio

En aquel tiempo: Dijo Jesús aún: “Un hombre tenía dos hijos, el menor de lo cuales dijo a su padre: ‘Padre, dame la parte de los bienes que me ha de tocar’. Y les repartió su haber. Pocos días después, el menor, juntando todo lo que tenía, partió para un país lejano, y allí disipó todo su dinero, viviendo perdidamente. Cuando lo hubo gastado todo, sobrevino gran hambre en ese país, y comenzó a experimentar necesidad. Fue, pues, a ponerse a las órdenes de un hombre del país, el cual lo envió a sus tierras a apacentar los puercos. Y hubiera, a la verdad, querido llenarse el estómago con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba. Volviendo entonces sobre sí mismo, se dijo: ‘¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan de sobra, y yo, aquí, me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre, y le diré: ‘Padre, he pecado contra el cielo y delante de ti. Ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo. Hazme como uno de tus jornaleros’. Y levantándose se volvió hacia su padre. Y cuando estaba todavía lejos, su padre lo vio, y se le enternecieron las entrañas, y corriendo a él, cayó sobre su cuello y lo cubrió de besos. Su hijo le dijo: ‘Padre, pequé contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo’. Pero el padre dijo a sus servidores: ‘Pronto traed aquí la ropa, la primera, y vestidlo con ella; traed un anillo para su mano, y calzado para sus pies; y traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y hagamos fiesta: porque este hijo mío estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado’. Y comenzaron la fiesta. Mas sucedió que el hijo mayor estaba en el campo. Cuando, al volver llegó cerca de la casa, oyó música y coros. Llamó a uno de los criados y le averiguó qué era aquello. Él le dijo: ‘Tu hermano ha vuelto, y tu padre ha matado el novillo cebado, porque lo ha recobrado sano y salvo’. Entonces se indignó y no quería entrar. Su padre salió y lo llamó. Pero él contestó a su padre: ‘He aquí tantos años que te estoy sirviendo y jamás he transgredido mandato alguno tuyo; a mí nunca me diste un cabrito para hacer fiesta con mis amigos. Pero cuando tu hijo, éste que se ha comido toda su hacienda con meretrices, ha vuelto, le has matado el novillo cebado’. El padre le dijo: ‘Hijo mío, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo. Pero estaba bien hacer fiesta y regocijarse, porque este hermano tuyo había muerto, y ha revivido; se había perdido, y ha sido hallado’”.

Lucas XV, 11-32

Visto en: Santo Evangelio del Día (https://santoevangeliodia.blogspot.com/)

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