Martirologio Romano: 25 de agosto

Martirologio romano

En Túnez, san Luis, rey de Francia y confesor, ilustre por la santidad de vida y por el don de milagros. Sus huesos fueron después llevados a París.

En Roma, el tránsito de san José de Calasánz, presbítero y confesor, ilustre por la inocencia de vida y por los milagros; el cual, para instruir en la piedad y en las letras a la juventud, fundó la Orden de Clérigos Regulares Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías. El Sumo Pontífice Pío XII le constituyó celestial Patrono ante Dios de todas las Escuelas populares cristianas existentes en todo el mundo. Su fiesta se celebra el 27 de agosto.

En Roma igualmente, san Eusebio, san Ponciano, san Vicente y san Peregrino, mártires, los cuales, en tiempo del emperador Cómmodo, fueron primero levantados en el ecúleo y descoyuntados con nervios, después apaleados y quemados con hachas los costados; mas, perseverando fidelísimamente en alabar a Cristo, los acotaron con plomadas hasta expirar.

En Roma, además, el triunfo de san Nemesio, diácono, y su hija santa Lucila, virgen, los cuales, no pudiendo ser apartados de la fe de Cristo, por orden del emperador Valeriano fueron degollados. Sus cuerpos, sepultados por el papa san Esteban y después colocados con más honor por san Sixto II en la vía Apia el 31 de octubre, fueron por Gregorio V trasladados a la Diaconía de santa María la Nueva, juntamente con los santos Sinfronio, el tribuno Olimpio con su mujer Exuperia e hijo Teodulo; todos los cuales, convertidos por san Sinfronio y bautizados por el mismo san Esteban, habían sido coronados del martirio. Estos cuerpos, hallados en el mismo paraje en tiempo del Papa Gregorio XIII, fueron más honoríficamente colocados bajo el altar de la misma Iglesia el 8 de diciembre.

En Roma también, san Ginés, mártir, el cual, siendo gentil y cómico, mientras se burlaba en el teatro de nuestros sagrados Misterios, delante del emperador Diocleciano, de improviso se convirtió por divina inspiración a la fe, y fue bautizado. Al punto, por orden del emperador, fue cruelísimamente apaleado, suspendido en el potro, desgarrado por mucho tiempo con uñas aceradas y quemado con hachas, y al cabo, como perseverase constante en la fe de Cristo, diciendo: “No hay más Rey que Cristo, y si por Él me quitáis mil veces la vida, no me le quitaréis de la boca ni del corazón”, mereció, cortada la cabeza, la palma del martirio.

En Arles de Francia, otro san Ginés, el cual, ejerciendo el oficio de notario, y no queriendo escribir los impíos edictos contra los cristianos, antes arrojando en público los registros en prueba de que él también era cristiano, fue preso y degollado, y así bautizado con su propia sangre, consiguió la gloria del martirio.

En Siria, san Julián, mártir.

En Tarragona de España, san Magín, mártir.

En Itálica de España, san Geroncio, obispo, que, en tiempo de los Apóstoles, predicando en aquella provincia el Evangelio, al cabo de muchos trabajos murió en la cárcel.

En Constantinopla, san Menas, obispo.

En Utrech, san Gregorio, obispo.

En Monte Falisco de Etruria, santo Tomás, Confesor, que fue Obispo de la Iglesia de Hereford en Inglaterra.

En Nápoles de Campania, santa Patricia, Virgen.

En Agde en Francia, san Severo, abad.

En Limoges, san Yriez, abad.

En Apt, san Marciano, abad.

En Bourdieu en el Berri, san Romazo, confesor.

En perigord, san Rabier, confesor.

En Leche en el territorio de Otranto, san Gioste, obispo y mártir.

San Félix de Pistoya, presbítero.

 

Tomado de Cristo ¿Vuelve o no Vuelve? (https://vuelvecristo.blogspot.com/) y Año Cristiano de Juan Croisset, S.J.

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