Martirologio romano
En Roma, san Justino, mártir.
En Roma en el cementerio de Pretextato en la vía Apia, santos Tiburcio, Valeriano y Máximo, martirizados en tiempo del emperador Alejandro y del prefecto Almaquio. Los dos promeros, que habían sido convertidos a Jesucristo con las exhortaciones de santa Cecilia y bautizados por el papa san Urbano, fueron apaleados y decapitados por la fe. Máximo, que era ayuda de cámara del pefecto, movido de la constancia de estos mártires y confirmado con la aparición de un ángel, creyó en Jesucristo y fue azotado con plomadas hasta que entregó su alma.
En Terni, san Próculo, obispo y mártir.
En Antioquía de Siria, hoy Turquía, santas mártires Bernice y Prosdocia, vírgenes, y Domnina, su madre, que, en tiempo de persecución, para huir de las intenciones de algunos que buscaban doblegar su pureza, mientras buscaban la libertad en la fuga, encontraron el martirio en las aguas de un río.
En oriente, san Ardalión, farsante y mártir, el cual como estuviese escarneciendo en el teatro las ceremonias de los cristianos, mudado de repente en otro hombre, no solo defendió la santidad de ellas con sus palabras, sino también con el testimonio de su sangre.
En el desierto de Nitria, en Egipto, san Frontón, abad, que, junto con setenta compañeros, se retiró al desierto.
En Lyon, en Francia, san Lamberto, obispo, que antes había sido monje y abad del monasterio de Fontanelle.
En Alejandría, en Egipto, santa Tomáide o Tomaides, mártir.
En Roma, san Abundio, sacristán de la iglesia de san Pedro.
En Elphin, en Irlanda, san Asaco, obispo, considerado como discípulo de san Patricio y primer obispo de esta Iglesia.
En el monasterio de Tiron, junto a Chartres, en Francia, san Bernardo, abad, que llevó vida eremítica en bosques y en la isla Chausey, siendo maestro insigne de los discípulos que acudían a él en gran número, a los que encaminaba hacia la perfección evangélica.
En Vilna, Lituania, santos Juan, Antonio y Eustacio, mártires.
En Aviñón, en Francia, san Benito, que, siendo adolescente, ejercía de pastor, hasta que se trasladó a esta ciudad y se dedicó, con la ayuda del preboste, a construir un puente sobre el Ródano, muy útil para los ciudadanos.
En Schiedam en Geldria, en la actual Holanda, santa Lidvina, virgen, que por la conversión de los pecadores y la liberación de las almas soportó con paciencia durante toda su vida la enfermedad del cuerpo, confiando sólo en Dios.
En Montemarano, de la Campania, san Juan, obispo, que se dedicó a ayudar a los pobres y a la santificación del clero.
En Tuy, de Galicia, en España, beato Pedro González, llamado vulgarmente “Telmo”, presbítero de la Orden de Predicadores, que trató de ser tan humilde como antes había deseado la gloria, entregándose a ayudar a los más humildes, sobre todo a marineros y pescadores
Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Alabado y glorificado sea Dios eternamente.
Tomado de Cristo ¿Vuelve o no Vuelve? (https://vuelvecristo.blogspot.com/) y de Año Cristiano de Juan Croisset, S.J.