Martirologio romano
En Padua, san Antonio Portugués, sacerdote de la Orden de Menores, confesor y doctor de la Iglesia, ilustre por su santa vida, predicación y milagros; el cual, al año aún no completo después de su muerte, fue puesto en el catálogo de los santos por el papa Gregorio IX.
En Roma, en la vía Ardeatina, el triunfo de santa Felícula, virgen y mártir; la cual, no queriendo ni desposarse con Flaco ni sacrificar a los ídolos, fue entregada a un juez, que, por su constancia en confesar a Cristo, después de haberla hecho padecer dura hambre en oscuro calabozo, la atormentó en el potro hasta expirar, y bajando de allí su cuerpo, lo arrojó a una cloaca. San Nicomedes, presbítero, lo sacó de aquel lugar y en la misma vía le dio sepultura.
En el Abruzo citerior, san Peregrino, obispo y mártir, a quien los longobardos, en odio de la fe católica, sumergieron en el río Pescara.
En Córdoba de España, san Fándila, presbítero y monje, que en la persecución arábiga, degollado, sufrió el martirio por la fe de Cristo.
En África, los santos mártires Fortunato y Luciano.
En Biblos de Fenicia, santa Aquilina, virgen y mártir, la cual, siendo de doce años, en el imperio de Diocleciano y por orden del juez Volusiano, abofeteada, azotada y horadada con leznas candentes por confesar la fe, y finalmente muerta al filo de la espada, consagró su virginidad con el martirio.
En Chipre, san Trifilio, obispo.
En Sens, san Agricio, obispo.
En Bron, cerca de Amburnay en Brese, san Ramberto, muerto atrozmente por unos satélites de Ebroin, alcalde de cas y corte en tiempo del rey Tierri.
En Asís, san Victorino, martirizado después de muchos a quienes había convertido.
En la diócesis de Gerona, san Evido, venerado como mártir.
En Bostres en Arabia, san Antipatro, obispo.
Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Alabado y glorificado sea Dios eternamente.